¡Cómo costó!... Como casi todo lo que le ha costado desde aquel martes 7 de febrero de 2017 en su viaje a Quito. Pero como aquella vez, Atlético llegó a destino. En ese momento fue el estadio “Atahualpa” (llegar al lugar físico ya era una epopeya), ahora son los cuartos de final de la Copa Libertadores, tras perder 1-0 en la vuelta con Atlético Nacional pero ganar 2-1 en el global. Increíble pero tan real como los sueños de Atlético desde ese momento.
Anoche, el sueño era mantener como sea la diferencia conseguida en Tucumán. Primero, parecía que todo había cambiado respecto del partido de ida, pero no: Nacional seguía teniendo la pelota como en aquel 0-2 en el Monumental. La posesión, que en estos tiempos genera una verdadera grieta futbolística (siendo un aspecto clave para unos y secundario para otros), era del local. El problema para el equipo de Ricardo Zielinski es que en el estadio “Atanasio Girardot” el dueño de casa le dio otro uso diferente del que le dio en el “José Fierro”. Anoche la utilizó para dañar y generar situaciones de peligro.
No fue casualidad, claro. La ofensiva colombiana ya no estuvo tan estática. Sus atacantes fueron mucho más dinámicos y casi que se movían al ritmo de Jorge Almirón, que daba indicaciones; saltaba y se esforzaba para que la pelota pase muy poco tiempo fuera del campo. Lo mismo que los alcanzapelotas, siempre listos con un balón para “no matar el juego”.
Todo lo contrario a lo que quería Atlético, dispuesto a friccionar el juego y que los minutos corran sin complicaciones, mientras aguantaba la ventaja que se acortó con el gol tempranero de Omar Duarte.
Otra diferencia respecto a la ida fue el tamaño del campo: mucho más grande acá. A mayores espacios, más daño de Nacional.
Aún así, Atlético tuvo sus chances en el primer tiempo: primero una doble salvada del arquero Cristian Vargas, que reemplazó a Fernando Monetti tras su error en 25 de Mayo y Chile. Y luego, un fuerte disparo de Leandro Díaz desde lejos que pasó muy cerca.
Era extraño el 1-0 porque parecía que Nacional tenía el ímpetu como para darlo vuelta. Atlético estaba tan al filo de los penales como de una contra que liquide la historia. Entre esas emociones transitaban los cerca de 2.000 hinchas de Atlético que vieron el ataque del equipo en el segundo tiempo en el mismo lugar donde observaron el histórico triunfo ante The Strongest en La Paz: arriba, en una esquina y muy cerca.
Cambio de planes
Zielinski sacó sus conclusiones en el vestuario e hizo dos cambios bien rápido en el segundo tiempo. Nery Leyes y Gervasio Núñez para tratar de sacarle la pelota al local. Si el paradigma de sacar algo de manera fácil es un chocolate a un niño, este niño colombiano medía tres metros y tenía la pelota en un fuerte hecho de concreto.
Otra diferencia fue el pandemonio que significaron las casi 35.000 personas que asistieron al estadio. Esta era una diferencia clave: pelota más apoyo, generalmente se traduce en peligro. Peligro que obviamente siguió en el segundo tiempo pero que Atlético siguió sofocando. Como podía, pero lo hacía. En otras ocasiones, la impericia del local también hizo lo suyo.
Impericia que también mostró Díaz a pocos minutos del final en una jugada que, de no haberse conseguido el objetivo, hubiese sido recordada por un tiempo largo (prácticamente solo ante Vargas, remató al cuerpo). Pero bastó con la enorme actitud de los jugadores y la mejora defensiva en el segundo tiempo.
Entonces, lo único que se recordará será el nuevo capítulo de la historia que acaba de escribir Atlético. Uno más y todavía faltan.