Con 22 años, una tucumana hace de padre y madre de sus hermanos
Todo lo cura el tiempo, dice el dicho popular. Pero para Yanina Lizárraga y sus hermanos todavía no ha transcurrido lo suficiente para reponerse de la fatalidad que significó para ellos la muerte de Claudia, su madre. Cuando pueden la recuerdan entre risas, y tratan de guardar momentos felices. Sin embargo lo que pasó ese día siempre vuelve a la memoria, y más aún, cuando dentro de dos meses, se cumplen dos años del hecho.
Claudia fue asesinada de dos puñaladas el 16 de octubre de 2016. Su ex pareja, Víctor Hugo Argañaraz, padre de cuatro de los cincos hijos de la mujer, la esperó sentado en un banco de la plaza de Barrio Jardín, cerca de donde ella trabajaba. Cuando salió se le abalanzó y con un palo la golpeó hasta derribarla. Luego, dos puñaladas en el tórax terminaron con su vida.
“Mis hermanos no pueden hablar del tema. Aún hoy no pueden hacerlo. Tienen un nudo en la garganta que no pueden desatar. No quieren volver atrás”, relata Yanina, la hija mayor de Claudia.
La situación era insostenible y la convivencia, un calvario. Claudia y sus hijos habían denunciado a Argañaraz desde 1997. “Durante 19 años hicimos denuncias, pero la Justicia nunca nos dio una solución. Esperaron a que él la mate para recién ponerlo preso, como está ahora. Yo, hablo por mí y por mis hermanos, quiero que salga el juicio y reciba una condena. Que no salga nunca más. Mis hermanos no quieren volver a verlo. Con tan sólo sentir su nombre, les agarra miedo”, afirma Yanina.
Sin su mamá y con su padre preso, los hermanos Argañaraz-Lizárraga juntaron fuerzas como pudieron, y con lo poco que les quedaba hicieron lo posible para retomar la rutina. Fernando (22), el mayor de los hermanos varones, se hace cargo de la casa. Trabaja y se encarga del cuidado de sus hermanos. Los chicos reciben, además, la ayuda de vecinos y algunos familiares. “Del Estado no siento ninguna protección. De la Justicia no puedo decirlo hasta que cumplan con lo que pedimos nosotros. Necesitamos Justicia”, agrega Yanina, quien además cuenta que una asistente social fue a verlos pero “nunca más volvió”.