Forman parte del paisaje urbano. También se los ve cruzar con imprudencia las autopistas y las rutas. Están relacionados con la basura e integran una suerte de círculo vicioso: el vecino le entrega su basura a un cartonero. Este que, en muchos casos, se traslada en un vehículo de tracción a sangre, arroja los deshechos en algún basural, un baldío o a la vera del río. Los caballos que tiran los carros, suelen ser víctimas del maltrato de sus dueños y ello genera el enojo de un sector de la sociedad. Los carros de tracción a sangre integran la nómina de los problemas crónicos tucumanos.
En otros lugares, como la ciudad de Salta, acaban de celebrar el cese de los vehículos de tracción a sangre. La ordenanza municipal 14.202, sancionada en 2012, generó una controversia en la sociedad. Los proteccionistas defendían la salud y la integridad de los caballos que eran empleados para cumplir extensas jornadas de trabajo y eran sometidos a malos tratos y peores condiciones de vida. Los carreros dijeron que su única fuente de ingreso era posible merced al uso de los carros tirados por equinos. Dijeron que la normativa les traería desempleo y no podrían mantener a sus familias.
Luego de cinco años de marchas y contramarchas, el 4 de agosto de 2017 comenzó a hacerse efectiva la ordenanza y se dio inicio al Plan de Reconversión Integral de la Familia Carrera, que logró dignificar a 200 familias. Se sustituyeron los carros por motocarros. Simultáneamente, se capacitó a los carreros en oficios. Según consigna LA GACETA Salta, en el último año 127 caballos fueron recuperados y destinados a fundaciones de equinoterapia. Alrededor de 1.444 personas de las 203 familias, vivían de la tracción a sangre, se reconvirtieron 203 carreros; se entregaron 130 motocarros; 31 carreros brindan actualmente servicios al municipio y tres se capacitan en oficios. Se realizaron 140 intervenciones sociales para obtener el DNI o tramitar pensiones por discapacidad, y unas 1.415 asistencias alimentarias; se entregaron 203 kits escolares y 20 tarjetas alimentarias asignadas.
Mientras tanto, Tucumán sigue sin solucionar este problema social de vieja data. En 2013, se estimaba que había entre 2.500 y 3.000 carros (tirados por caballos y por seres humanos) y que eran entre 15.000 y 20.000 las personas vinculadas con esta actividad. En marzo de ese año, el Concejo Deliberante aprobó una ordenanza que proponía reemplazar con motocarros los móviles con tracción a sangre y crear el Registro Municipal de la Actividad de la Tracción a Sangre; la ordenanza fue vetada.
En enero pasado, un grupo de carreros dejó los carros y el cartoneo en las calles; se unieron y decidieron conformar el centro verde en un galpón de Villa 9 de Julio, espacio de recepción y selección de residuos sólidos reciclables, con el apoyo de la Fundación Nobleza Obliga.
Desde 1984, la ordenanza 374 prohíbe en el ejido municipal la circulación de vehículos de tracción a sangre. Han transcurrido 34 años y en ese lapso, hubo algunas buenas propuestas que nunca terminaron de concretarse. Pareciera que uno de los grandes déficits de nuestra clase dirigente es pasar de la letra escrita a las acciones. Si en Medellín y en Salta lo lograron, significa que es posible dignificar a estos comprovincianos y que solo se trata de una decisión política.