En la vida de Milinkovic nada volverá a ser igual

En la vida de Milinkovic nada volverá a ser igual

Hoy se cumple un año del fallecimiento de su hijo Luka y el ex capitán del seleccionado argentino de voleibol asegura: “en mi vida hay un espacio que nunca nadie podrá ocupar”.

RECUERDO. Marcos Milinkovic y Luka, quien falleció ahogado hace un año cuando estaba de vacaciones en Croacia. “No estamos preparados para vivir con la falta de un hijo”, le comentó a LG Deportiva. RECUERDO. Marcos Milinkovic y Luka, quien falleció ahogado hace un año cuando estaba de vacaciones en Croacia. “No estamos preparados para vivir con la falta de un hijo”, le comentó a LG Deportiva.
31 Julio 2018

De Alejandro Klappenbach (DPA).-

Hace justo un año, el 31 de julio de 2017, Marcos Milinkovic sintió que su vida terminaba. Desde Croacia recibió la noticia de que su hijo Luka, de 13 años, había muerto ahogado. Producto de una hemorragia cerebral, el mayor de los tres hijos del ex jugador de la selección argentina de voleibol, perdió la conciencia mientras nadaba en aguas del mar Adriático, en la isla de Brac, donde pasaba sus vacaciones junto a su madre y su hermana. Desde ese día nada volvió a ser igual.

Antes de viajar unos días a Serbia y previo a instalarse en Dubai para dirigir a un equipo, Marcos compartió su valiente y doloroso testimonio con LG Deportiva.

- Hace un tiempo dijiste que estabas vacío…

- Todos los días es algo diferente. El vacío interno mío está ahí, instalado, no es algo que cambie. Quizá me esté acostumbrando a ciertas cosas, a ese estado, a llevarlo conmigo, a tenerlo presente todo el tiempo. A veces me confundo y me parece que estoy algo mejor, pero es engañoso. Hago una serie de cosas que ocupan mi tiempo. El gimnasio, los amigos, jugar un rato cada tanto al voleibol, buscar a mi otro hijo (Juan Bautista, 3 años) en el jardín de infantes. Cosas que me gustan aunque no me llenan el corazón como antes.

- Muchas personas que vivieron la misma situación coinciden en que cuesta dormir y que la soledad de la noche es muy dolorosa.

- Hasta el día de hoy son contadas las noches que dormí de corrido. A veces me despierto enseguida de haberme dormido, algunas a las 4 de la mañana, otras a las 6. Y ya no vuelvo a dormirme hasta que suena el despertador para arrancar el día llevando a mi hijo al jardín. Esa soledad está ahí.

- ¿Tomaste ayuda profesional?

- Busco, sigo buscando. Lamentablemente no encontré la persona justa. Al menos hasta ahora nadie aún pudo darme una mano. No debe ser fácil. Con todos me pasó que se les llenaron los ojos de lágrimas y no supieron qué decirme. Me escucharon. Intentaron generar empatía, pero no tuvieron respuesta. Seguiré buscando. No me queda otra que seguir.

- ¿Se acercaron personas que también habían perdido a sus hijos? Tu caso, al ser público, le debe haber llegado a mucha gente.

- Sí. Y me hizo muy bien compartir las vivencias. Gente con quien te mirás a los ojos y te entendés sin hablar. Ya lo tomo como algo natural, pero al principio, cuando me preguntaban, “¿cómo te sentís?”, me dolía mucho. Me parecía la pregunta más estúpida del mundo. Con esta gente, en cambio, el “¿cómo estás?” es muy genuino. Y la respuesta está en los ojos: allí veo el mismo vacío que veo cuando me miro al espejo. Es un alivio hablar con alguien sabiendo que entiende el mismo idioma de tanto dolor.

- Me da la sensación de que te referís a una conversación en particular…

- No lo sé, tal vez una que tuve con alguien a quien le ocurrió esto mismo hace bastante más tiempo. Paolo Menghini, el papá de Lucas, uno de los chicos que murió en Once, el día del choque del tren. El me contactó después de escucharme en la radio, cuando fui al programa de Andy Kuznetzoff. Como ellos son muy amigos, Paolo le pidió mi contacto y se comunicó conmigo. Charlamos unas cuantas veces y me hizo muy bien hablar con él. Ahora hace rato que no nos vemos. Pero me escribe, me manda mensajes. Está presente. Es una persona de consulta para mí.

- ¿Te anticipó algo de lo que ibas a sentir?

- Que iba a sentir, que me iban a pasar. Y ahora las siento y me están pasando. Haberlo sabido me ayudó a estar prevenido anímica y mentalmente, y a intentar aceptarlas como “normales y lógicas”, en función de lo que me toca vivir.

Incertidumbre

La conversación tiene un ritmo pausado, un fluir espeso, doloroso. Las palabras salen como si pidieran permiso, sabiendo que acompañan el intento por no llorar. Marcos evita quebrarse, posterga las lágrimas sin saber hasta cuando. Y abre la puerta de un futuro lleno de incertidumbre.

- ¿Podés programar algo hacia adelante?

- Es muy difícil. Todavía no me siento capaz de hacer un trabajo exigente, de concentración. Se me nubla la cabeza, me quedo en blanco después de un rato de estar verdaderamente concentrado. Me ocurrió cuando estuve con el equipo de vóley (dirigió a UNTREF, ganó la Copa Argentina en marzo). Me costaba mucho estar dos horas enfocado en los trabajos, en detectar si se hacían bien o en qué se fallaba. Un ratito podía, más de una hora no. Me perdía, me costaba seguir enfocado y concentrado.

- En este punto específico, por chiquito que sea, ¿notás una mejoría?

- Sí, es pequeña pero existe. Por eso acepté el desafío de dirigir en Dubai. El proyecto me motiva en lo profesional y también en lo personal. Voy a estar algo más cerca de mi hija, la veré mucho más seguido y eso será beneficioso para todos. Espero me ayude a encontrar algo de paz.

- Imagino, perdón si digo una barbaridad, que debe haber un momento en que empezás a aceptar. ¿Aceptaste ya que algunas cosas no van a tener respuesta?

- No sé si empecé a aceptarlo aunque sí tengo claro que hay una serie de preguntas que nunca va a tener respuesta. ¿Por qué? ¿Por qué a nosotros? A mí, a la madre, a los hermanos. ¿Por qué a él, alguien tan joven, tan bueno? Por qué tan rápido? Todos sabemos que, por naturaleza, nos vamos a morir. Del mismo modo, nadie está capacitado para contestarse esas preguntas. No tiene sentido. No estamos preparados para vivir con la falta de un hijo.

Nada será igual

- Es una vida nueva…

- Sin dudas. Y tengo que convivir con esto. Tengo otros dos hijos a quienes criar, de quienes ocuparme. Ellos me dan cosas divinas, como cualquier hijo a cualquier padre. Pero nada me va a llenar como antes, hay un espacio que nunca nadie podrá ocupar, y eso no lo puedo cambiar. Por eso lo de acostumbrarse a vivir con lo que tocó. Las cosas lindas que viva con mis otros hijos tendrán siempre como contraparte la angustia de no poder compartirlas con Luka.

- ¿Qué forma tiene en el día a día eso de que las prioridades cambian?

- Tampoco puedo decirlo todavía. Intento estar cerca de las situaciones que me den tranquilidad, paz, “algo” que apague, aunque más no sea un ratito, este fuego tan fuerte que me quema por dentro. Trato de poder juntarlas para estar mejor conmigo mismo.

- ¿Pudiste aislar algún recuerdo o todos duelen?

- No sé si lo conseguiré. Estos días me cuesta, especialmente, no tener más imágenes de él. Tener que imaginarme como sería hoy y mañana. Veo a sus amigos con sus novias, empezando a salir. Tengo su foto, su cara de hace un año y lloro no tener su cara actual.

El llanto explota, corre por su cara de siempre que hace un año ha dejado de ser la misma. Al ratito el silencio. Un apretón de manos y enseguida un abrazo fuerte para la despedida. Marcos ha dejado su testimonio con el íntimo deseo de ayudar y acompañar a quien le aparezca, sin aviso, un dolor parecido. Y se va, como puede, a seguir con su vida.

De camino a la mía, recuerdo unas palabras. “Te acostumbrás, solo eso. Porque el dolor no pasa”. Y entonces pienso en las lágrimas que se llevaron la batalla de hoy. Y confío en que, sin tiempos, sea él quien gane la guerra por volver a sonreír.

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