Clásico tucumano: Díaz, contra las cuerdas, jamás

Clásico tucumano: Díaz, contra las cuerdas, jamás

Siempre irónico pero centrado, el jugador reconoce que ya no haría lo que antes hacía por impulso.

A FONDO. Con 26 años sobre sus espaldas y experiencias de riesgo que otros futbolistas si soñaron en pesadillas, Díaz priorizó lo deportivo: “por eso sigo en Atlético”. la gaceta / Foto de hector peralta A FONDO. Con 26 años sobre sus espaldas y experiencias de riesgo que otros futbolistas si soñaron en pesadillas, Díaz priorizó lo deportivo: “por eso sigo en Atlético”. la gaceta / Foto de hector peralta

Leandro Díaz es de la clase tipos espontáneos, que no piensa una respuesta sino que la misma le sale por impulso, sin previo análisis. El apellido Díaz es sinónimo de gol en Atlético hoy, pero tiempo atrás también fue sinónimo de polémica, de conflicto. En mayor o menor escala, “Leo” es algo así como un socio del Club de la Pelea, de los “Bad Boys”, estilo Mario Balotelli, a veces extremadamente excéntrico, a veces inmaduro; a veces impredecible; una bomba jugando una pulseada constante contra el tiempo. “La carrera del futbolista es corta y hay que saber aprovecharla. Ahora miro para atrás y como que pensaría dos veces antes de hacer algunas cosas que hice”, se confiesa.

Entre risas, Díaz hace una declaración desde lo más honesto de su corazón, aunque ello no le quita espontaneidad a lo que él es en el ambiente, un tipo negado al circo de lo mediático del fútbol y con un cierto apego al fuego.

Impulsivo, pudo haberse ido del “decano” en este mercado de invierno porque desde el exterior le ofrecieron una torta de dinero. Pensó en el futuro, no en el vil metal, le reconoce a LG Deportiva. “Cuando te ofrecen mucha plata tenés ganas de irte, pero después lo pensás bien y priorizás lo deportivo. Estaba y estoy jugando en Atlético; el técnico confía en mí; el club confía en mí. Por todo eso aposté a la continuidad”, vuelve a reír Leandro ante su respuesta. Quizás él mismo no crea lo que sus cuerdas vocales producen en melodía, porque su declaración no le sienta a un “Bad Boy”. Pero Díaz no es malo. Díaz es impulsivo.

Como cuando alguna vez se le paró a los barras de Huracán, él solito, con apenas un compañero de respaldo (Sergio Velázquez). Como todo lo que rodeaba a su historia de riesgo, de aquella gresca se inventaron capítulos, afirma Leo. “Fue en 2013. Yo no tenía nada qué ver en el quilombo. Era nuevito. Tenía apenas tres meses en el club. Pero entraron los barras con armas y yo me metí a defender a un compañero (Velázquez). Y bueno, se armó. Yo no tenía ningún arma, como se dijo. Estábamos en la cancha elongando”, hace una pausa y sigue. “Todos son malos cuando son muchos. Mano a mano no te pelea nadie. Hubo un par de forcejeos, unos golpes, nada más. A mí no me pasó nada”, suelta otra carcajada.

Lo que para muchos puede sonar a espanto, para Leandro es una anécdota de las divertidas. Evidentemente, jamás le tuvo miedo a los fierros de los barras. “Y no porque no creo que puedan matar a un jugador”, aclara.

Ahora sí, el pasaje de conciencia. “Después me di cuenta de que hay que pensarlo dos veces. Matás a uno de esos, vas en cana y te arruinás la vida. Te pudrís en la cárcel. En cambio, ellos salen como si nada”.

A Leandro le pasaron todas. Jugando para Lanús, por ejemplo, sufrió una entradera en su casa. Vivía en un departamento ubicado a dos cuadras de una comisaría. Era una tarde de Play con su hermano y amigo. Le tocaron la puerta del departamento; escuchó su nombre y abrió. Le robaron dinero, también le gatillaron tres veces. La bala nunca salió. Volvió a vivir.

Quizás por esas experiencias Leandro esté más curtido que el resto. Quizás por eso Díaz no le tema a las llamas y sepa jugar con ella. Como en el barrio, el tipo tiene códigos. “Jamás me pelearía con un compañero. Podemos discutir, sí, pero no más allá de eso”, asegura no sin antes aportar esa cuota de ironía se su sello. “Aparte, no sé si alguno me aguanta”, sonríe.

A La Ciudadela

A casa de San Martín llega Leandro siendo la referencia del área de Atlético. Tendrá como socio a Mauro Matos, el centrodelantero que vino a luchar un lugar con él, hasta tanto se reponga Javier Toledo. Díaz sabe que corre con ventaja, pero no se confía. “El momento del jugador es siempre, lo que cambia es si lo sabe aprovechar o no. Sé que estoy un paso adelante de los demás, pero porque ‘Javi’ está lesionado y Mauro recién llega. Entonces tengo que aprovechar la situación. Estoy donde quiero estar, en Tucumán, contento y disfrutando de lo que hago en Atlético”.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios