Las tardes y las siestas de El Cadillal tienen sus encantos. El sol y un viento abrazan a los humanos que buscan disfrutarlos. La flora de los cerros paulatinamente se va tiñendo de azules por la falta de luz. Las aves, mientras se animan con sus cantos a dar sus últimos conciertos de la jornada, comienzan a cruzar el cielo en busca del refugio diario. Compiten con las avionetas que normalmente eligen esos horarios para volar a baja altura por la villa. Todos los habitantes saben de su existencia, pero nadie puede determinar cuál es su destino y qué hacen. Nadie se anima a preguntar mucho porque sospechan que podrían ser vuelos que trasladan droga.
“Acá puede pasar cualquier cosa. Son tantas las irregularidades que no nos sorprende nada”, dijo Mario, uno de los pocos vecinos que se atrevió a romper el silencio. El testigo sostuvo que el recorrido de esas aeronaves se produce, normalmente, entre las 16.30 y las 18.15. Casualmente, ese fue el horario en el que Martín y Facundo Jiménez ingresaron al monte para buscar leña. Ese es un dato que es tenido en cuenta por los investigadores en el abanico de teorías sobre lo que pasó con ellos.
El Cadillal reúne todas las condiciones que buscan los narcos para instalar su negocio. El control policial es casi inexistente al igual que las miradas indiscretas de los habitantes. Sobran los terrenos donde descargar y acopiar la sustancia y cuenta con varios caminos alternativos para recorrer y no ser descubiertos.
Antecedentes
Y los hechos acontecidos en los últimos dos años avalan esa teoría. En mayo de 2016, en una casa de la villa se desbarató una organización de Santiago del Estero. Allí, según la investigación, recibían cocaína, la estiraban y la procesaban para trasladarla a su provincia. A los pocos días, al observar el movimiento de la Policía, una pareja dejó abandonada 23 kilos de cocaína en la cabaña que había alquilado. Los pesquisas creen que habían llegado a la localidad para adquirir la droga. Esas novedades se conocieron días después de que el fiscal federal santiagueño Pedro Simón calificara a Tucumán como “un lugar de recepción, acopio, fraccionamiento y distribución de droga”.
En 2017, en medio del monte, más cerca de Ticucho, personal de la comisaría de El Cadillal, que fue a investigar una denuncia de usurpación, descubrió una plantación con más de 800 ejemplares de marihuana, además de herramientas y un novedoso sistema de riego para cultivarlas.
Durante este año, El Cadillal fue noticia en dos oportunidades por causas vinculadas a drogas. En abril, el Clan Robles secuestró a Margarita Toro, cabecilla de una organización que estaría dedicada al narcomenudeo. La mantuvieron cautiva en una vivienda del lugar hasta que sus familiares pagaron un rescate de $ 500.000.
En mayo, personal de la Digedrop desbarató una organización que se dedicaba a vender drogas en la zona de Las Talitas. En ese operativo, fueron detenidos los integrantes del grupo conocido como Los Comuneros. Los llamaron así porque sus supuestos líderes trabajaban en la comuna de El Cadillal.
Explicaciones
“Me gustaría aclarar que ellos tenían cargos políticos. No trabajaban en la comuna ni forman parte de la comunidad”, comentó Walter Arroyo, funcionario de la comuna. “Estaban nombrados aquí, pero no podemos saber quién lo hizo”, agregó el encargado de Rentas al pedirles mayores precisiones. ¿Entonces eran ñoquis?, se le consultó. “Tenían cargos políticos, pero no eran de aquí”, insistió.
Arroyo reconoció que en los últimos tiempos la villa turística fue escenario de causas vinculadas al narcotráfico. “Pero siempre fueron casos de personas que no eran de aquí. Eso debe aclararse”, indicó.
¿Qué sabe de los misteriosos vuelos de avionetas?, se le consultó. “Tenemos entendido que hay un vecino en Las Mesadas que tiene un aeronave y que normalmente hace vuelos por la zona”, concluyó.