El asesinato cometido por “Pity” Álvarez se coló en las conversaciones. Inevitable. Ya es parte de la vida de todos los argentinos. ¿Cuántos “Pity Álvarez” caminan por los barrios tucumanos? De los dos barrios: de los cerrados para sentirse más seguros y de los cerrados por la violencia interior. Los “Pity Álvarez” suelen pararse en algún semáforo. La fama y el estrellato le ha dado visibilidad a la madre del rockero para que hable, defienda a su hijo y proteja al matador. Las madres de los “Pity Alvarez” tucumanos son más anónimas. Sus pañuelos negros les dan identidad. Su agrupamiento les da fuerzas aún en la infelicidad. Sólo cuando hacen alboroto en las calles céntricas reciben la atención de los flashes y las cámaras.
La potencia mediática del protagonista, por más lamentable que sea, significa una ayuda en todo el país. Hay lugares donde el paco es ignorado. Hay autoridades como el mismísimo ministro de Seguridad tucumano que no consigue ver la gravedad del narcotráfico ni la omnipresencia del paco y de otras drogas. Si desde las altas esferas del poder se ignora el infierno que viven los ciudadanos, resulta muy difícil dimensionar el mal que aqueja a toda la sociedad.
El ruido estrepitoso de “Pity” Álvarez contribuye a redimensionar una verdad que ni en las redes sociales se termina viralizando por vergüenza, por ignorancia o por resignación. Hasta la famosa posverdad que se dedica a hablar de lo que no sabe y a opinar sin fundamentos prefiere evitar enfrentarse a los “Pity Álvarez” que deambulan a nuestro alrededor. La violencia de la estrella estafadora -y enferma- ha justificado su decisión de matar con instinto animal. Ha negado la cultura y la educación para reducir las cosas a un todo o nada: a un “era él o yo”. Disyuntivas como esa ocurren todos los días en nuestra provincia. Hay quienes se violentan contra el otro y lo destruyen, pero hay también chicos a los que le sobra amor y respeto por el prójimo, y vuelcan toda la bronca contra sí mismos… Y se matan. El aumento de la tasa de suicidios en Tucumán es un mal que también se calla, por prudencia o por respeto. Sin embargo, es un grito ensordecedor de la sociedad, que no debiera tener perfil bajo.
“Pity” Álvarez no es un problema ajeno, que ocurre en la agresiva metrópoli y que se ve como una serie de Netflix por televisión. Es un infierno propio.
Sebastián no está preocupado
Repasar y prestar atención a esta realidad no fue el único aporte de la fuerza mediática porteña. También sirvió para repasar el 9 de Julio. Una ola de burlas despertó el sentimiento tucumano. Es lo que mi amigo Sebastián suele llamar “la visibilización crítica”. Esto permitió confirmar que la distancia entre Buenos Aires y las provincias y, Tucumán, en este caso específico, no es sólo geográfica. Hay una mirada motorizada por la soberbia -tal vez por la ignorancia- que descalifica al interior indefectiblemente. Como con la penetración de la droga, no es para sorprenderse. Se vive en una constante “puesta en escena” que en cualquier momento se cae y revela la realidad. Por eso en buena hora la burlesca mirada del último 9 de Julio. Es para celebrar que cualquiera pueda expresar y desarrollar sus pensamientos. De los chistes de mal gusto hacia el desfile que se hizo en la provincia quedó al descubierto un pensamiento, una forma de vernos. De esa visibilización crítica sale fortalecida nuestra libertad de expresión, nuestra democracia y, al mismo tiempo, despierta nuestra capacidad para repasar nuestros valores. El 9 de Julio es sinónimo de libertad, de grito, de euforia, de solidaridad, de generosidad, de respeto mutuo y de sueños. Este fin de semana quedó claro que no es un sentimiento que se comparte en el país. Ello no debería implicar enojos ni reacciones. Es, simplemente, la realidad de una nación que tiene una Constitución que la define federal y un ejercicio del poder muy alejado de ese concepto.
La fecha patria no merece la descalificación, pero es entendible que para cada uno de los habitantes de la Argentina no signifique lo mismo. “Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”, suele ser una de las frases más citadas del trovador Joan Manuel Serrat.
Para mi amigo Sebastián, que, como todos los sábados, ayer tomaba café en Muñecas y Marcos Paz, no había nada para sorprenderse. Inventó eso de la visibilización crítica y dijo: “nunca miré ese programa del que hablan todos. Pero se ve que dejaron muy claro lo que somos para Buenos Aires”. Sebastián aclaró que la trascendencia y el valor del 9 de Julio son innegociables. No obstante, el interior seguirá siendo menos preciado. Antes de sorber el último trago de brebaje negro acotó: “esa cultura que se hace desde Buenos Aires para todo el país suele estar alimentada por gente que sale del interior, pero que, para sostenerse en la metrópoli, se mira a sí misma como si no lo fuera”.
Él ya me lo había anticipado en otras charlas que tenía este tipo de preocupaciones. Traté de equiparar la potencia mediática del 9 de Julio con el caso de “Pity” Álvarez y también fue exageradamente lógico. “Tal vez en la cárcel ‘Pity’ encuentre la tranquilidad que necesita para escribir buenas poesías”. Me despedí atribulado y hasta me olvidé de pagar el café. Sebastián no estaba preocupado simplemente porque está acostumbrado a que, frente a estos problemas, aún cuando se hacen visibles, haya un poder dispuesto a mirar para otro lado. Por lo tanto, el ciudadano enardecido se cuece en su propio fuego. Inútilmente.
Manzur y Jaldo
Mientras estos temas dan vuelta en las discusiones de los tucumanos, Juan Manzur y Osvaldo Jaldo saben que esta es la hora de los gobernadores. El presidente de la Nación los necesita. Los mandatarios provinciales van a ser piezas fundamentales para el apoyo al acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y para la aprobación del presupuesto nacional. Conociendo el costo político que pueden tener ambos tópicos, Manzur trata de diferenciarse de Mauricio Macri y, por ejemplo, esta semana que ya no volverá, dijo que él ya había hecho el ajuste, al tiempo que el Presidente apretaba más el torniquete.
El peronismo mira estos temas como esos felinos hambrientos que esperan que su presa dé un paso en falso. En sus glándulas salivales siente que el poder puede estar en sus manos. Sólo deben evitar equivocarse. Tanto el presupuesto como el acuerdo con el FMI son cuestiones que en un hipotético triunfo en 2019 va a serles necesario. Por eso, aún conociendo las debilidades de Cambiemos, el PJ no va a encender la mecha para que todo se incendie porque lo mismo saldrá chamuscado.
Betty y José
El senador José Alperovich hizo sus paseos por el interior durante el 9 de Julio y ayer anduvo por la metrópoli porteña. Era la antesala de su partida al exterior a revisar sus estrategias. A diseñar sus venganzas con aquellos a los que les dio vida política y hoy lo sentencian a la muerte pública. Las playas de Miami servirán de escenario para la toma de decisiones y para cavilar si lo ayudará a Manzur aportando sus votos en el Senado. Los efectos de la posverdad y del vértigo de las redes sociales también lo pusieron contra las cuerdas. Se empezó a divulgar que no declararía en el juicio de Paulina Lebbos. Algunos de los “sijosesistas” que todavía quedan no dudaron ni un segundo en desmentir las versiones y aclararon que el ex gobernador sí respondería las preguntas de la Justicia, pero -repitieron lo que ya se había dicho- sus respuestas serán por escrito.
Silvia y José
En Cambiemos, José Cano camina el interior y Silvia Elías de Pérez prepara toda su artillería para evitar que el proyecto de despenalización del aborto se sancione definitivamente. Una vez terminada esta batalla, volverá revisar sus proyectos electorales. Sin dudas que el diputado le ha sacado ventajas en el armado territorial. También venía superándola en sus contactos con la mesa chica de la Casa Rosada, pero en este rubro el celular de la senadora ha empezado sonar y es tan requerida como aquel en los círculos palaciegos.
Pero es tanto lo que está en juego el año que viene que todos ya especulan con los acoples. Los intendentes Roberto Sánchez (Concepción) y Mariano Campero (Yerba Buena) están preocupados por los candidatos a legisladores. Necesitan quién los defienda en la Cámara. El único escudero que se anota hasta ahora en Concepción es Julio Herrera. Desde el sur también se anota Raúl Albarracín, pero este cuenta con el respaldo de un enemigo de aquellos, el legislador saliente Ariel García.
En la Capital, Cano contaría con el respaldo de los hermanos Mendía y de Eudora Aráoz, mientras que la senadora Elías de Pérez mantiene entre sus huestes a José María Canelada y a Adela Estofán de Terraf.
Edmundo y Antonio
El jueves se reeditó una vieja batalla. Volvieron a enfrentarse Antonio Gandur y Edmundo Jiménez. Esta vez la discusión fue por la puesta en marcha del nuevo código de procedimiento penal en la provincia. Gandur planteó que se eligieran autoridades en esa comisión de trabajo y su enemigo público se opuso porque creía que sólo había que limitarse a coordinar tareas. Alguien que solía acompañar a Gandur esta vez lo dejó y Jiménez terminó saliéndose con la suya gracias al apoyo de Antonio Estofán.