Carta de un padre a un hijo (que extraña horrores)

Carta de un padre a un hijo (que extraña horrores)

UNA BUENA COSTUMBRE. Los carrilles imaginarios para subir y bajar las escaleras se respetan como una ley no escrita. la gaceta / foto de leo noli (enviado especial) UNA BUENA COSTUMBRE. Los carrilles imaginarios para subir y bajar las escaleras se respetan como una ley no escrita. la gaceta / foto de leo noli (enviado especial)

Valentín: sé que en el cole estás a pleno con las vocales y las sílabas, que querés largarte a leer y a escribir. Sé también que me extrañas, porque me lo decís cada vez que hacemos una video llamada. Papá te extraña horrores también. Te escribo para contarte lo que aprendimos de Rusia, para que de alguna manera estés acá conmigo y para que los 13.000 y monedas de kilómetros que nos separan no te aturdan tanto. Sé que para vos decir 1.000 ya es muchísimo, imagino cuando la Abu Teté te explique lo lejos que estamos. En fin, vuelvo en un par de días, no te preocupes.

Sé, además, que estás al tanto de que el Mundial se terminó para nosotros, para la Selección. Sé que a vos también se te pinchó el sueño de festejar tu primera Copa del Mundo. Sé que querés ser como el “10 de la Argentina, el mejor”, como vos le decís. Todavía te cuesta decir “quiero ser como Lionel Messi”. Ya te saldrá. Pero tené en cuenta que puedo serle competencia. Papá era un zurdo hábil, no tanto con la “Pulga”, pero era bueno para surcar el carril izquierdo de nuestro ataque y mandar buenas postales a la olla. No era el Messi de mi época, sí un Claudio “Piojo” López con mejor perfil que el de Racing. Cuando estemos juntos te cuento un poco más del “Pijo”. Ahora quiero contarte todo lo que me sorprendió de acá, del modo de vida, la educación y el comportamiento de la gente. Hay muchas cosas que estarían buenísimas podamos imitar. A veces imitar no está mal.

Publicidad

No quiero aburrirte demasiado con tanto piripipí, seguro estás ansioso por sentarte a ver Ben 10, Dragon Ball, los dibus pos colegio y tarea. Vamos.

El agua y el aceite

Argentinos y rusos somos como el agua y el aceite. Ellos son más fríos que nosotros, calculadores y amantes del trabajo. Nacieron para trabajar, me cuenta Alex, básicamente. Alex tiene 24 años, nació en Siberia y trabaja en un Banco en Nizhni Nóvgorod donde la conocí el día del papelón con Croacia. ¿Te acordás del 0-3? Bueno, Alex, que estudió Finanzas y Economía, me cuenta que las vacaciones están divididas entre semestres, que en total disponen de 28 días corridos y que no pueden tomárselos todos juntos. Mitad y mitad. En su caso, por el banco tiene que pedir licencia en agosto y abril. Los demás meses, imposible. “Hay mucho trabajo”, explica. Alex me confirma lo obvio. “Hay que trabajar. Es lo que corresponde, ¿no?”, bueno, ojalá allá pensarán igual.

Publicidad

Museos

Las estaciones del metro, no importa su color ni número, son museos que recuerdan la historia de este país. Podes alucinar con estatuas, arañas enormes de bronce y cristal, con murales sobre el cielo de estas cuevas inmensas, y podés sorprenderte cada vez que tenés que subir o bajar por esas eternas escaleras mecánicas. En promedio, 200 millones de pasajes se registran por mes. Imaginate ahora con todo esto del Mundial. La media debe haber quebrado un nuevo récord. El metro lo es todo en Moscú, de hecho. Es imposible andar en auto, los embotellamientos son constantes, una tortura. Cuando leemos los números gruesos pensamos cómo hacer para que cada ingreso o salida no sea una descontrol total. Simple. Los que ingresan lo hacen por su derecha y los que salen, por su derecha. Carriles imaginarios que se respetan como una ley. Acá no pasa eso de que todos quieren ocupar las calles, no. Lo mismo con las escaleras mecánicas, todos apostados a la derecha dejando el flanco izquierdo libre, por si alguien está apurado, por subir o bajar. Un flash. Vamos a la superficie.

Te conté por teléfono que difícilmente encuentres edulcorante en los bares. A vos no te gusta tomar nada con azúcar. Te diría, es casi imposible. Mandan los terrones de azúcar blanca y negra. Tampoco abunda la gaseosa light. Dominan las que tienen azúcar y jugos de diferentes sabores. En los súper sí hay. Tienen Mirinda, je.

Los rusos son de almorzar y cenar temprano, no como nosotros que a veces podemos acariciar la medianoche y estamos encendiendo las brasas. Te hablo de asado y se me derriten los dientes. El pollo, el cerdo y cordero pican en punta. Carne vacuna, poco y nada, y para bolsillos superpoderosos. Andá a saber si en las casas de comida rápida estás comiendo carne-carne. Hay variantes de cerdo y pollo también, así como también podés elegir granadina en vez de gaseosa. La mayonesa ni se ve. La mostaza está difícil. Sí abunda la salsa de barbacoa, que se paga aparte. Nada es gratis por estos lados. La vida resulta ser bastante onerosa. Eso nos dicen los locales, que se olvidan del desodorante y casi que ni saben que es el talco para pies. De casualidad encontré uno de bebé en una farmacia. Tak, lo llaman.

A vos te lo digo siempre, que seas ordenado y no ensucies. Acá serías una luz. Las calles brillan, y eso que pasó medio Mundial. Todo está limpio, en su lugar. El vecino se ocupa de cuidar sus plazas. Vandalismo, tocamos madera, no sufrimos. Es más, podés caminar por un túnel a ciegas vestido en dólares y saldrás a la luz sin problemas. Moscú es una ciudad contenida. Jorgelina, de Junín, me lo confirmó después de su primer día de terror cuando caminó asustada 20 minutos por una vía, yendo a su hostel. Vivimos acostumbrados al terror del robo, por eso debe ser.

Lo que más llama la atención -seguro que te robo una sonrisa- es la ausencia de bichos. En tres semanas de vida moscovita, con Guillo vimos una mosca; dos exagerando. Cucarachas: CERO. Es el Edén esto.

Lo que sí da algo de temor es cuando te levantás por la mañana con el canto de cuervos. Los cuervos, esos que ves en tus dibujitos, son bicharracos imponentes. Nos cuentan que en la zona de la Plaza Roja reniegan horrores quienes se encargan en la manutención de los techos, culpa de los cuervos y las palomas. Esas sí hay acá, pero no como solemos sufrirlas en Tucumán, como plaga.

Respeto al peatón

La última así no te duermo. El respeto hacia el peatón, qué envidia. Las señales, ¿te acordás? Bueno, donde están los carteles de cruce en plena avenida de 8 carriles puede venir un Porsche Carrera 911 a 300, pero si vos estás cruzando frena en una baldosa. Lo mismo las motos, camionetas, colectivos. Todo aquello que tenga motor y ruedas. Donde no están esas señales hay túneles para cruzar. Viste, hijo, qué distintos somos.

Te mando un beso, nos vemos pronto. Papá.

Comentarios