Primer gol: de la mitad de la cancha sale el pase justo y Paulinho, vertical en el pique, rompe por sorpresa la defensa y define justo ante la salida de Dragan Stojkovic. Segundo gol: córner desde la izquierda y Thiago Silva anticipa fácil en el primer palo, de cabeza. El empleo de dos armas elementales le sobraron a Brasil para hacer el doblete que había salido a buscar en el estadio del Spartak. Ambos objetivos, clasificarse a octavos y quedar primero en la zona, listo para encontrarse con un México herido, dejaron satisfecho al pentacampeón. El repaso de los goles tiene una intencionalidad, porque sirve para apuntar dos condiciones acumuladas en el haber de Brasil y que le están faltando a Argentina, como la proyección de los volantes hasta pisar el área y el aprovechamiento de la pelota parada.
Por más sólido que luzca Uruguay, por más brillo que alcance Cristiano Ronaldo, por más goles que anoten belgas e ingleses, en estas tierras el candidato a ganar la Copa es Brasil. La cuestión es que durante esta primera fase Brasil nunca terminó de acelerar a fondo. Deja la sensación de que tiene tanto, pero tanto potencial, que le alcanza con llevar el motor en segunda. A lo sumo en tercera. Los pistones de la media cancha son el corazón del equipo y ese es todo un síntoma. Neymar, Gabriel Jesús y Philippe Coutinho son los ejecutantes, pero los dueños de esta puesta en escena resultan Casemiro, Paulinho y Willian. Atención con esto, ahora que empiezan los cruces.
Neymar está haciendo un Mundial extraño. Se mueve en una sintonía un tanto descoordinada del resto. Ayer jugó con muchísima libertad (ojalá tuviera Lionel Messi el 50% de ese espacio), tirado a la izquierda, cómodo contragolpeando. Ensayó varias jugadas de fantasía, no le salieron tantas, y en el mano a mano perdió siempre con el arquero. Está ahí, al acecho, se lo ve veloz y muy confiado. Entrega la misma sensación que el resto de los brasileños, como si todo esto fuera un ensayo con miras a lo que viene desde el fin de semana.
Los serbios pretendían “aburrirle” el partido a Brasil. La figura, robada a un ocasional compañero de viaje uruguayo, es maravillosa. ¿Qué mejor que “aburrirle” el juego a uno de esos adversarios felices cuando se ponen a bailar? Para eso contaban con la zurda de Dusan Tadic y el señorío de Sergej Milinkovic-Savic, un lungo de tranco largo por el que están peleándose en Europa. ¿Vale más de los 100 millones de dólares, como piden por él? Por lo visto ayer, no. Pero conste que al frente la dupla Casemiro-Paulinho es de una ferocidad implacable. Llamados a robar y a presionar, pueden ser asfixiantes. Y en el banco, listos para tomar la posta, esperan los no menos eficaces Fernandinho y Renato Augusto. La riqueza de Brasil es exuberante. La diferencia pudo haber sido mayor. No está fino Gabriel Jesús, a quien más de un brasileño considera mejor que Neymar. Falta demasiado para eso. Tampoco Coutinho, el salvador contra suizos y costarricenses. Pero 0-1 abajo hubo 15 minutos muy buenos de Serbia, en los que Aleksandar Mitrovic se perdió dos chances claritas en el área chica.
Brasil es la clase de equipo que brinda un resquicio, como ese, y no aprovecharlo es un pecado capital. Lo dicho: Thiago Silva anotó el segundo y el partido se terminó cuando faltaban más de 25 minutos para el epílogo.