“Tenemos que ser sinceros; son tres familias que viven del delito. Estamos muy lejos de lo que se vive en Santa Fe y tampoco esas tres familias pueden mover toda la estructura del Estado”. Esas fueron las palabras que utilizó el ministro de Seguridad Claudio Maley en la Comisión de Seguimiento de la Ley de Emergencia en Seguridad para analizar el informe que publicó LA GACETA sobre la existencia de 23 clanes que estarían vinculados a la venta de droga en la provincia. Pasó un mes desde que emitió esa opinión y esos grupos parecieran haberse apoderado de distintos sectores de la provincia.
A la realidad, por más que se intente, no se la puede ocultar. Desde que el funcionario emitió ese discurso se produjeron una serie de hechos que generaron alarma en diferentes barrios de la ciudad y que tuvieron a estas familias como protagonistas. Los que hasta aquí están confirmados son:
- El 28 de mayo los Toro fueron acusados de haber baleado la casa de los Acevedo en Villa 9 de Julio y después de haber atacado a los Carrión minutos después.
- El sábado 10 de junio, personal de la División Antidrogas Tucumán de la Policía Federal, desbarataron en un megaoperativo la organización Reyna en el barrio Juan XXIII (“La Bombilla”).
- El domingo pasado se habría producido un nuevo enfrentamiento entre los Toro-Carrión que dejó herida a una persona en Villa 9 de Julio.
- El lunes, “Pipa” Robles, principal sospechoso de haber secuestrado a Margarita “La Patrona” Toro, fue acusado de atacar a balazos a Carlos Javier Vergara en un nuevo capítulo por la lucha del dominio en el barrio El Sifón.
- Ayer, “El Gordo”, integrante del clan Reyna habría ultimado de tres balazos a Favio Farías en el barrio Manantial Sur, en una nueva disputa entre las dos familias acusadas de mantener una sangrienta pelea territorial en ese sector de la ciudad.
En estos cinco hechos está resumido lo que ocurre en nuestra ciudad. Son una prueba de que estas “familias” tienen más poder de lo que los funcionarios piensan. No se trata de sobredimensionar los acontecimientos, sino de repasar e hilvanar cada uno de ellos para determinar que no están dispuestos a parar. Que llevan años sintiéndose amos y señores de los barrios y que no les asusta haber quedado al descubierto ante todos los tucumanos.
También se sienten impunes por la inacción de los tres poderes del Estado. Esa es la única razón por la que un menor de 17 años, que espera ser enjuiciado por un homicidio y que está prófugo de la Justicia por una causa de drogas, comete otro crimen a plena luz del día. ¿Nadie se imaginó que la caída del clan Reyna provocaría una escalada de violencia por el espacio que quedó vacante? Evidentemente no.