Rusia pasó de la incertidumbre inicial a una euforia desmedida

Caravanas de coches en Moscú; cánticos de alegría y banderas nacionales por todos lados: la fiebre mundialista ha subido definitivamente varios grados en el país anfitrión después de la segunda victoria de la selección rusa.

“Le hemos devuelto la fe en el fútbol a los rusos. Hace poco había en el país un ateísmo futbolístico”, escribió el diario “Sport Express”. “¿Quién, díganme, quién habría creído un día antes del comienzo del Mundial en un desarrollo así?”, agregó.

“Estamos destrozando a los rivales; marcamos una cantidad increíble de goles; volamos sobre el césped; entusiasmamos a todo el mundo”, destacó el diario tras el 3-1 conseguido ante Egipto y el 5-0 con el que Rusia debutó ante Arabia Saudita.

“Hay que honrar y respetar al técnico Stanislav Salamovich Cherchesov por haber formado este equipo”, señaló Sergey Anojin, vicepresidente de la Federación Rusa de Fútbol, a la agencia Tass. “Todas las críticas se han convertido en elogios”, indicó.

Justo después del final del encuentro, la alegría se desbordó. “Una victoria histórica...”, se oyó por el altavoz del estadio de San Petersburgo. La emocionada voz no pudo añadir más palabras. Las gradas estallaron de júbilo y, sobre el césped, los futbolistas rusos ensayaron una danza de celebración. Rusia está en racha y el equipo, tanto tiempo críticado, quiere más.

“Contra Uruguay también nos interesa únicamente ganar”, advirtió un eufórico Denis Cheryshev, que anotó su tercer gol en el torneo.

Histórico, único, fenomenal: los medios rusos no ahorraron adjetivos para sus jugadores. Y la prensa internacional también está sorprendida: número 70 del ranking mundial, Rusia era sobre el papel el peor equipo del torneo.

Pero el anfitrión ha crecido. “Somos 23 hermanos”, advirtió el delantero Artyom Dziuba, cuya fortaleza física abrió el camino hacia la victoria al provocar el autogol de Fathi que puso en marcha la victoria. Lo que siguió fue júbilo y alivio.