Buscando un calificativo para Islandia, aparece uno que le calza como un guante: fascinante. En un país que de tan particular parece de otro planeta, no extraña que la calidad de vida sea un bien irrenunciable. Si el mundo fuera como Islandia todos estaríamos felices y no es una exageración. Pero es una isla pequeña, poblada por apenas unos 340.000 habitantes, bien al norte del Atlántico. Lejos de todo. ¿Cómo hizo entonces para clasificarse al Mundial? “No es un milagro”, resaltó ayer el DT Heimir Hallgrimsson. No, no lo es.
La totalidad de la población islandesa está alfabetizada y la gran mayoría es bilingüe. Es uno de los países con estándares educativos más elevados y quedó demostrado durante la conferencia de prensa que el DT y el capitán, Aron Gunnarsson, brindaron ayer en el estadio del Spartak. Ambos respondieron en islandés y en inglés. A los chicos se les inculca la lectura y la necesidad de cuidar el cuerpo, pero por cuestiones climáticas la mayoría opta por las disciplinas bajo techo (con el handball y el hockey sobre el hielo a la cabeza) y las de montaña. El fútbol de alta competencia es toda una novedad y a la vez una pasión.
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Hallgrimsson es un todo un personaje. Odontólogo de profesión, suele tomarse las cosas con humor. Ya es un clásico que le pregunten sobre el hábito de juntarse con los hinchas para disfrutar unas cervezas tras un partido.
Él dice que es inevitable, porque en Islandia son pocos y se conocen. Pero la realidad es que esa clase de camaradería forjó una comunión entre la selección y la gente que no tiene equivalentes en el mundo. La hinchada vikinga es un espectáculo en sí mismo y hoy lo veremos en Moscú. Puede que provengan de un país pequeño, pero el respaldo con el que cuentan los jugadores es gigante.
Son futbolistas repartidos en la clase media de las ligas europeas. Clubes de mitad de tabla que los contratan, sabedores de que encontrarán buenos profesionales, físicamente sólidos, muy útiles para cualquier entrenador. Lo más cercano al talento que presentan se llama Gylfi Sigurdsson, un volante ofensivo por el que Everton pagó 50 millones de euros. No tendrán cartel, pero los islandeses saben lo que tienen que hacer en la cancha: agruparse en defensa, correr, ser solidarios, mantener el orden y aprovechar las contras para sorprender.
Con esas armas provocaron un terremoto en la pasada Eurocopa cuando eliminaron a Inglaterra. Después les tocó perder con Francia, pero la faena ya estaba completa. La clasificación al Mundial fue una consecuencia de este ciclo virtuoso de trabajo, ayudada por la ausencia de grandes selecciones en la zona (compartida con Croacia, Ucrania, Turquía, Finlandia y Kosovo). No obtuvo resultados alentadores en los amistosos previos al Mundial, circunstancia ensombrecida por la lesión de Sigurdsson. La condición física del ídolo es un tema de Estado.
La serie de TV “Vikingos” ficciona el arribo de los primeros colonos a la Islandia de los siglos VIII y XIX. Al grupo, llegado de lo que hoy es Dinamarca, lo encabeza Floki, un místico que cree haber encontrado en esa tierra de volcanes el hogar de los dioses. La vida en ese mundo desconocido, casi sin tierras para cultivar, de agua purísima y geografías agrestes, era un desafío diario. Algo de ese espíritu granítico, indispensable para ganarle a la adversidad, hay en la esencia del pueblo islandés. Por allí pasa la fortaleza del equipo que enfrentará Argentina. Son serios, trabajadores y aplicados, pero a la vez alegres y seguros de sí mismos. A veces esas virtudes sirven también para jugar bien al fútbol.