Los recibieron con piedras, pero al final los despidieron con aplausos

Los recibieron con piedras, pero al final los despidieron con aplausos

Unos 100 policías participaron de los operativos. LA GACETA/FOTO DE JOSÉ NUNO Unos 100 policías participaron de los operativos. LA GACETA/FOTO DE JOSÉ NUNO
10 Junio 2018

“Era hora de que hagan algo. Lo único que les faltaba era que pongan carteles para anunciar que tenían droga para vender”, explicó María Laura Gutiérrez, una de las pocas vecinas del barrio Juan XXIII que se atrevió a hablar del operativo. “Lo hago porque me cansaron. Perdí a un hijo por lo que ellos les venden”, agregó.

La presencia de los federales generó distintas reacciones en “La Bombilla”. Primero, los apedrearon, después se agolparon en las esquinas para observar el trabajo que realizaban y, por último, algunos los aplaudieron cuando se marcharon. A otros, quizás acostumbrados por lo que viven, no les llamó la atención. Entre ellos, un vendedor de algodón, que no tuvo problemas en ofrecer su producto en la casa donde se realizaba un allanamiento.

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El “no voy hablar porque acá todos saben quién soy” se repitió una y otra vez. Sí realizaron declaraciones los indignados, esos que desaprueban la presencia de los quioscos. “El problema es que a todos nos meten en la misma bolsa. Creen que aquí todos les compramos a ellos. Pero también viene gente de Yerba Buena a comprar”, explicó Luis García, obrero que habló a las escondidas.

“Está bien que las autoridades hagan operativos, pero el problema es que después se van y chau. Hacen falta más policías para que no vuelvan a instalarse. Porque a estos los meten en cana y vienen otros”, dijo Gutiérrez.

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En Manantial Sur, el panorama no era muy diferente. Cuando el equipo de LA GACETA se dirigía a ese lugar, una mujer se paró a la par del auto y, a los gritos, dijo: “vayan para allá. Ahí va la Federal a meter en canas a los transas del barrio. Estamos llenos de esa porquería que nos están matando”.

El operativo fue cinematográfico. En cada casa allanada, había uno o dos uniformados con armas larga haciendo guardia. “Es por precaución”, dijo uno de los jefes. Sabían que alrededor, los soldaditos iban y venían con sus motos y que pretendían asustarlos tirándoles proyectiles. “Esos changos son una lacra. Ellos atemorizan al barrio sin ningún problema. Estamos cansados de vivir así, no se puede. Somos gente trabajadora, que tiene que mentir donde vive para ganarse la vida. Y ellos, como si nada. Mirá como se ríen esas dos”, dijo Marcos Fernández señalando las dos mujeres que estaban sentadas a la par del “Mono”.

“¿Sabés por qué están como si nada? Porque tienen plata. Con eso se pagan un buen abogado y salen a los meses a hacer lo mismo. Estamos cansados que esto suceda”, agregó con lágrimas en los ojos.

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