Diez representantes de la comunidad indígena de los Valles visitan Perú. Recorren la populosa Lima, ciudad de 11,4 millones de habitantes cubierta por las nubes (todo el día, durante todo el otoño y el invierno), llena de autos, bocinazos y contrastes. Parece extraño y al mismo tiempo parece familiar, porque se encuentran con huellas y testimonios de pueblos diferentes, en una geografía diferente, y a la vez hallan parecidos con su vida en Quilmes o Amaicha, donde viven 3.500 personas. “Hemos venido con ese pensamiento de agarrar un poco de experiencia para desarrollar nuestro trabajo con nuestra gente”, dice Francisco “Pancho” Chaile, cacique de Quilmes. “Espero que se pueda armar un equipo en nuestra comunidad y de ahí empezar a trabajar”, agrega David Vargas, también referente de Quilmes. “Vamos a ver ese arco de experiencias y ver qué nos sirve a nostros y promover eso internamente”, agrega Eduardo “Lalo” Nieva, cacique y también delegado comunal en Amaicha. “Espero que esto beneficie a todos: comunidades y empresarios; y también a los políticos les da bastante voto trabajar con las comunidades”, dice, por su parte, Antonio Felipe Caro, de Talapazo. El secretario de Turismo, Sebastián Giobellina, completa: “esto es ampliar fronteras. Ver qué se hace y qué se puede hacer”.
Un mundo por descubrir en el valle tucumano
Se estima que sólo se conoce el 15% de la Ciudad Sagrada de Quilmes. “También están El Pichao, El Carmen, donde en un cerrito están intactas las construcciones que muestran cómo se ha vivido en el pasado”, dice “Pancho” Chaile. “Fuerte Quemado en el limite casi con Catamarca no lo conoce casi nadie; cuando se lo empiece a descubrir va a ser una fuente de trabajo para nuestra gente”. José Díaz dice que en Talapazo, El Carmen y Fuerte Quemado hay ruinas vivientes porque los habitantes siguen usando las terrazas para cultivar. Chaile añade que hay historias de los abuelos que los asombraron de niños, como que había alpacas y suris y que “hay enterrados sacos de plata, como un encanto”.
La demorada revalorización cultural
Ya hacía tiempo que se buscaba ampliar el conocimiento de la vida de las comunidades de los Valles. Pero fue un camino accidentado. En 1998 se hizo un trabajo de rescate y revalorización cultural con la UNT y la Fundación Kelloggs -cuenta José Díaz, delegado comunal de Colalao del Valle- que quedó almacenado en casetes de audio y video, que todavía esperan el trabajo de estudio e interpretación. También hubo publicaciones con historias de los ancestros: Chaile cuenta que, entre otras, hay un libro editado con Javier Lajo, dirigente comunitario de Arequipa, Perú-. Desde 1998 se intensificaron las actividades de la comunidad en defensa de sus derechos (hay 16 causas judiciales en trámite y hubo tres fallos positivos en el último año). A los conflictos externos por las tierras se agregaron las disputas internas, incluida la toma de la Ciudad Sagrada, que se extendió por mucho tiempo. Quilmes llegó a tener un hotel y un bar pero su administración estuvo enmarcada en el conflicto y quedaron cerrados desde 2007. Al cabo de denuncias y contradenuncias y hasta detenciones y encarcelamientos cedieron las partes y en febrero pasado se inauguró, en coordinación con Turismo de la Provincia, el centro de interpretación de la Ciudad Sagrada. Chaile cuenta: “hemos trabajado bastante para lograr que el centro de interpretación se haga. Había gente que no quería, a la que le parecía que estábamos entregando un patrimonio. Ahora están viendo que es un avance”.
Sitio de potencialidad turística
También sucedieron otras cosas, como la inauguración, en 2016, de la primera bodega comunitaria (en Amaicha), que se incorporó a la ruta del vino que se ha consolidado en los Valles Calchaquíes en los últimos años. El centro de interpretación de la Ciudad Sagrada aparecía como una necesidad para mostrar un tesoro que siempre ha brillado por sí solo. “Quilmes tiene una potencialidad enorme, pese al conflicto. Tiene promoción internacional como ‘imperdible’ “, describe Giobellina. Con el centro funcionando salieron a luz problemas de gestión. “Los mismos chicos que están en el centro se dieron cuenta de que solos no lo podemos hacer. Nos está quedando grande para nosotros”, explica José Díaz. “Estábamos un poco vírgenes en ese sentido”, agrega Chaile. Alguien tiró la idea de viajar a Lima, Cusco y Machu Picchu. Según Chaile, “nace de la gente de Turismo y del entorno del gobernador Juan Manzur”. En el viaje trabajaron las secretarías de Turismo (Giobellina) y de Relaciones Internacionales (Jorge Neme). La comunidad definió sus representantes para el periplo: a los nombrados se añaden Darío Mamaní, delegado de Las Cañas; Federico Díaz, enfermero, maestro y músico; Germán Pacheco, de Los chañares, y Pablo Costilla, guía en el centro de Interpretación.
El desembarco de los tucumanos
El contingente llegó el martes y se zambulló en una agenda de visitas a los museos del Oro, Larco y de las Catacumbas; a la Catedral y la Plaza Mayor. También participaron en un seminario sobre gestión de turismo comunitario y fueron recibidos por la viceministra de Turismo y la de Interculturalidad. El miércoles llegó a Lima el gobernador Manzur, acompañado por el ministro de Interior y por los secretarios de Turismo y de Relaciones Internacionales) para completar una agenda de proyectos de integración comercial, empresaria y sociocultural. “Hay que ver lugares parecidos que son exitosos, que les ha ido bien; tenemos que ver cómo hacemos para coordinar y aprender sus experiencias; creo que es el desafío central... esto es un atractivo mundial”, les dijo Manzur. El gobernador ha propuesto en Lima hacer una semana de Tucumán en la capital peruana, a partir del hecho de que la conectividad -hay un vuelo diario y las dos ciudades están a tres horas de viaje- permite acelerar el intercambio. “Vamos a traer la gente que hace folclore, la que hace empanadas, la orquesta sinfónica, la de los museos, todos, de modo que también los operadores turísticos se empiecen a entusiasmar”, dijo.
Compleja relación entre identidad y turismo
En el seminario sobre gestión de patrimonio el experto español Íñigo Maneiro contó las experiencias en turismo de comunidades rurales (en Perú el 35% de la población es indígena; hay 55 pueblos con 48 lenguas) y reseñó los problemas, fundamentalmente de administración, y para equilibrar identidad, tradición y gestión de turismo. Pero se expusieron experiencias y hubo un comienzo de comparación con las de la comunidad de Quilmes. Se habló de pasantías, de voluntarios y de intercambio, de tecnología y del rol del Estado, de promoción y de comercialización. “No todas las comunidades pueden hacer turismo; hay que estudiarlo”, dijo Íñigo. También, que “hemos identificado que el turismo ayuda a la recuperación cultural y ambiental”. Finalmente, que “las comunidades que tienen aliados a ONGs y operadores turísticos avanzan mucho más rápidamente. Estos ayudan en la difusión y la comercialización”. Nieva, cacique de Amaicha, destacó la importancia de las pasantías y de estudiar sobre las empresas comunitarias y sobre “cómo saca un producto una comunidad sin perder su identidad”.
El “enganche” entre pasado y presente
En el encuentro con la viceministra de interculturalidad, Elena Burga Cabrera, esta, con la frase “incas sí, indios no” reseñó los desafíos para superar una historia marcada por el racismo y de cómo hacer que se hagan efectivos los derechos de comunidades originarias, y en este sentido habló del necesario el “enganche” entre pasado y el presente: dijo que, habiendo 48 lenguas indígenas, en el banco Nación peruano”sólo se atiende en castellano”. Contó sobre la ley peruana de consulta previa a los pueblos como una norma que ayuda a evitar conflictos en las inversiones, después de haber sido el cuco para los inversores. El referente de Talapazo, Antonio Caro, dijo que esas palabras le daban “ilusión y esperanza” de que salga algo positivo para las comunidades; y el cacique Nieva opinó que esto permitía acercarse más “a políticas públicas respecto de los pueblos indígenas”. El cacique Chaile, que destacó que por primera vez un gobernador haya ido a conversar con ellos, habló de las correspondencias culturales con el Perú porque los incas han dejado rastro en la lengua kakán. Y agregó: “vemos un 70 u 80% de sangre color bronce que circula por nuestras venas”.
Una ensalada cultural
Los visitantes probaron los sabores extremos de la gastronomía peruana. Degustaron la gaseosa Inca kola (que derrotó a la gigante Coca Cola y después fue comprada por esta) y el pisco sour; el viernes mojaron sus pies en el océano Pacífico. Vieron las calaveras amontonadas en las catacumbas de San Francisco, se empaparon de fuertes hechos de la historia: desde Francisco Pizarro y el inca Atahualpa hasta José de San Martín, libertador del Perú. Disfrutaron de las expresivas esculturas de la cultura moche, del norte peruano, y escucharon sobre los procesos para tratar las momias. En su recorrida por dos huacas (lugares sagrados) cuyos vestigios quedaron enclavados en dos barrios señoriales de Lima, fueron turistas ávidos y también intercambiaron conocimientos con los guías sobre los pueblos y sus hábitos. Érika, la guía, quedó sorprendida por las similitudes que halló Chaile entre la forma de preparar ladrillos de adobe con piedra y paja en el valle tucumano y la de la cultura lima después del siglo II DC.
Expectativas en el camino del inca
La segunda parte del viaje abarca ahora Cusco y Machu Picchu. “Es un sueño que se está cumpliendo”, dice Pablo Costilla, guía que estudió historia y Turismo. “Queremos volcar esta experiencia en nuestra comunidad”. José Díaz dice que de las 14 comunidades del valle calchaquí “diez, seguro, tienen sitios arqueológicos muy importantes” y que hace falta buscar alternativas de estudio más allá de la agricultura y la enología. “Nos hace falta la capacitación”, dice. A Antonio Caro la experiencia le parece enriquecedora.
“Nosotros vamos a tomar lo que nos sirve -dice, defendiendo la visión de su grupo sobre el turismo-. Creo que se tiene que trabajar en cuanto a la participación de las comunidades en la gestión de sus propios recursos”. Y destaca que “lo central es la identidad y la autenticidad. Que una comunidad cuente su historia, una historia verdadera, ya no una historia mentirosa”. Chaile concluye: “visitar Cusco y Machu Picchu es arrancar con otra visión, y creo que el solo hecho de ver hará que los muchachos que han venido se entusiasmen, que sea como un nuevo tiempo”.