Voces vacías y gestos llenos

Voces vacías y gestos llenos

El Presidente Macri no logra hilvanar un discurso que recree los sueños del mañana. Se empantana en recordar un pasado del que empieza a ser responsable. Manzur marca sus límites escondiendo su risa. La luz del túnel.

Que el presente es efímero no es una noticia. El problema es que no tomamos conciencia, menos aún los políticos que manejan las riendas de este país. Cada uno va a acomodándose como puede para encontrar el camino hacia un futuro desconocido. Incierto.

El ciudadano amanece y la imagen de su futuro es difusa. Ese camino es muy cortito. Por lo tanto lo más seguro es que ese habitante se quede quieto. Para no correr ningún riesgo. Porque se queda sin ilusiones. Porque no ve posibilidades de crecer, porque no puede ver el mañana.

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Sin futuro a la vista y con un presente de tierras movedizas, lo único seguro es el pasado. Los argentinos han empezado a apoyarse en el pasado para entender y para pisar suelo firme en estos tiempos de turbulencias. Pero al afirmarse en tiempos idos, empiezan a despertar los fantasmas. Los buenos y los malos.

Dada esta realidad que le está costando interpretar a los Durán Barba y a las mentes brillantes que asesoran o conducen los ministerios nacionales, las explicaciones que salen desde el poder duran lo que duran. Apenas un segundo. Por eso las intervenciones del presidente Mauricio Macri caen en un pozo de desilusión y están muy lejos de sembrar un futuro de ilusiones y de proyectos. Primero fue resucitar el Fondo Monetario Internacional. Y no previó que el FMI ha dejado una huella mnémica de fracaso, de crisis, de frustración. Después salió a pedir ahorros cuando muchos bolsillos se han vaciado. Su voz se esforzó finalmente en repasar el pasado reciente cristinista, discurso que seguramente lo ayudó a llegar, pero no a seguir. Ya han pasado dos años y para peor al futuro que había dibujado y prometido ya hemos llegado y no se ha cumplido. El segundo semestre ha sido devorado.

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Macri pasa su peor momento. Peor aún, su discurso. El político es constructor de ilusiones, es un faro que ilumina la senda. El Presidente se ha quedado sin luz, tal vez por la suba de las tarifas.

La luz electoral

El peronismo vive el mismo tiempo. Traen viento de cola. Los dirigentes disfrutan de este presente porque sienten que avisaron que estas cosas le iban a ocurrir al país. En verdad, no avisaron, precisamente. Los peronistas enfermos y mareados por la fiebre amarilla tenían la necesidad de mostrar buena salud para encontrar ese camino futuro. El tiempo les ha dado la razón. Claro que han construido un futuro como si no fueran los arquitectos de los cimientos del pasado.

Lo único seguro que se ve al final del túnel es el futuro electoral. Las elecciones quedan en el futuro. Están a 17 meses de distancia. Por ahora, es lo único que está allá, adelante.

Entonces, como hay que construir hacia las elecciones se hace difícil, muy difícil, que los líderes actuales se puedan sentar a conversar sobre nuestro endeble y desdibujado presente. Las elecciones nos confirman nuestra democracia joven. Su continuidad está asegurada porque vamos a las escuelas a votar; después no importa que se deshilachen las instituciones.

El macrismo mareado con su mirada difusa no puede prometer un mañana mejor; por lo tanto recurre al pasado y ataca como un dogo enardecido. El peronismo huele sangre y corre despavorido en busca de un mañana incierto que ni dirigentes tiene para domesticar. Ninguno se aferra al presente. Ya vienen las elecciones, y comicios es sinónimo de puja. Son una pulseada. No hablan de encuentro. Son apenas un justificativo para confirmar nuestra democracia.

Lamentablemente, en la Argentina lo importante son las pulseadas. Importa saber quién gana y quién pierde y así se va construyendo un país donde el día a día, la mejora, el crecimiento implican destruir al otro, no construir con el otro.

Discurso equivocado

En medio de la nebulosa, el Presidente de la Nación vetó el proyecto de congelar el aumento de tarifas y salió a buscar calor en el norte, donde empezó a nevar. La desubicación de Marco Peña lo llevó a augurar el triunfo de Macri en 2019 mientras el Jefe de Estado argentino despotricaba contra Cristina. Otra vez, el pasado como caballito de batalla (cada vez más cansado y trillado) y el futuro electoral. A los argentinos nos desvela el presente devaluado.

En Tucumán, los ánimos están más tranquilos. El gobernador Juan Manzur no se baja del avión. La ilusión y el proyecto están puestos en la mirada del mandatario que sube a empresarios y emprendedores y los traslada en busca de inversiones. Y se le van abriendo esas puertas de la mano de su piloto turístico. Ayer con la partida del vuelo a San Pablo, la provincia se convirtió en el tercer nodo en conectividad en el país. Tucumán está acostumbrada, desde siempre, a ocupar el quinto o un puesto peor.

Pero Manzur este jueves tuvo la picardía de remover esos mitos del pasado y trajo del 2001 la horrible imagen de los gobernadores que no podían llegar a Chapadmalal donde los había citado el corto presidente Adolfo Rodríguez Saá. Por razones climáticas no voy a Cachi, dijo, y dejó plantados a Macri y a Juan Manuel Urtubey. El gobernador de Salta repartió sonrisas y calor al Presidente con la ilusión de que germine su cosecha en la diáspora peronista.

Metáforas patéticas

Tucumán le hizo un desplante muy fuerte a Macri. Pero en ese desplante sale favorecido Manzur. ¿Por qué? Porque hasta esta semana Macri no suma, por el contrario, resta. Está asociado a los conflictos, a los aumentos y a un discurso sin sueños. Y, curiosamente, el avión de la conectividad manzurista que abre rutas de inversiones en el cielo, no pudo despegar. Sólo quedó el triste recuerdo de las metáforas que siguen embargando al país y la de los aviones que no llegan, que es patética.

La cara del límite

Al día siguiente lo esperaban en Termas de Río Hondo. Ya no había justificativos, ni neblinas. Sólo frío, gestos y malas caras. ¿Vio los gestos? Las fotos son imperdibles. En la misma habitación estuvieron el ministro del Interior Rogelio Frigerio, Macri y Manzur. Pero es como si no hubieran estado. Las rostros lo confirman: el Presidente mira adelante, enceguecido. Le sale fuego por los ojos. Estira un poco los labios con la intención de simular la sonrisa. El gobernador ni mira. Su risa suele ser una muletilla que lo ayuda a disimular o a pasar malos tragos, pero ni sonríe. Ni la mirada levanta. Frigerio mira para otro lado, como si estuviera en el lugar equivocado. “Me quiero ir”, parece sugerir, pero eso sería volver a otra frase maquiavélica del pasado. Las botellas de agua cerradas y las copas vacías confirman que fue el encuentro del desencuentro.

Era lo que Manzur quería. Así como le dijo a José Alperovich que iba a ser candidato en 2019 (otra vez aparece el futuro electoral) también se envalentonó para decirle basta a Macri. Su actuación en tierras santiagueñas fue la advertencia de que quiere otro trato. “Yo apoyé todo, me dejé maltratar por los operadores macristas y sin embargo se ninguneó a la provincia”, repite Manzur… y parece que le da resultado. El martes vendría Frigerio para barajar y dar de nuevo.

El sillón inolvidable

José Alperovich estaba en su banca del Senado cuando su hijo político anunció que había cortado el cordón umbilical al decirles a los delegados comunales de la provincia “vayan y pinten Manzur-Jaldo”. Cómo habrá sido la rabieta Josesista que cuando le tocó hablar en el recinto terminó cometiendo un furcio que lo hizo salir corriendo del Congreso para salir a pedir disculpas y aclarar. Se paró ante las cámaras de Jonatan Viale y volvió a trastabillar “… yo soy un gobernador que ganó una provincia hace 12 años… ” y después se corrije aclarando que dejó la provincia sin déficit. Si algo le cuesta al ex mandatario es asumir que el sillón de Lucas Córdoba es parte de su pasado. Algo que precisamente su ex archirrival, el diputado José Cano, se ocupó esta semana que pasó de recordarle cuando fue entrevistado en Canal 10. Cano, a diferencia de otros dirigentes de Cambiemos, no se cansa de subrayar el pasado alperovichista en la gestión presente del manzurismo.

La foto de familia

En nuestro país, las encuestas son como esas fotos de familia. Están todos juntos, pero cada uno se ve a sí mismo. No mira al otro. Y, sin embargo, en esas imágenes nada es casualidad. Hay alguien que está en el centro por algo y otro a su lado por otra razón y alguno se puso en la punta con la intención de dar un mensaje determinado. Por eso cuando los políticos miran las encuestas no confirman lo que globalmente dicen. Las que trascendieron esta semana confirman la fuerte caída de la gestión macrista y la necesidad de marcar un rumbo. Ratifican la decisión de que las tarifas no suban más que los salarios y también avisan que todos los políticos han desaprobado el examen tanto en el oficialismo como en la oposición.

También se ven descascaradas las instituciones y una de las más deterioradas es la Justicia. Tucumán, aún cuando los veedores han caído en el olvido a raíz de la crisis económica, muestra una Justicia en estado crítico. Más aun cuando se escriben sentencias por amiguismos o inciden en la firmas de veredictos aun cuando el propio magistrado pueda pensar o declarar lo contrario. Así terminan borrando con el codo lo que escriben con la propia mano. Para hacer realidad los sueños del futuro, la Justicia debería ser el foco que mantiene iluminado el sendero, pero con esos gestos, promete más oscuridad que la de Tucumán después de la explosión que tuvo EDET el domingo pasado.

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