Claude Burgio sonríe. Camina entre las plantas de citrus y saluda, uno a uno a los empresarios tucumanos. Nacido en Túnez, con nacionalidad francesa, el fundador de SkyOnline, una compañía especializada en procesamiento de datos, dice que apuesta a Tucumán porque tiene mentes brillantes. Confiesa que, a pesar de vivir en los Estados Unidos, tiene raíces argentinas, porque sus nietos nacieron en este país y porque su hijo se casó con una jujeña. Ayer, tras el almuerzo, Burgio dio un mensaje esperanzador al arco empresarial local: “hay que pensar a Tucumán en el mapa mundial; no es difícil, ya que tienen científicos muy reconocidos en todos lados”. Esa es una de las razones por las que financia el desarrollo del Instituto de Investigación en Medicina Molecular y Celular Aplicada (Immca), inaugurado ayer en esta ciudad. Esta es la charla de este inversor ángel con LA GACETA.
-¿Por qué eligió Tucumán para efectuar su inversión?
-La doctora Rita Raisman, una tucumana que trabaja en París, me informó que el nivel de formación de los investigadores tucumanas es muy buena. Y, a raíz de las investigaciones que se desarrollan para retrasar los efectos de enfermedades como el Parkinson o el Alzheimer, creemos que el aporte de los tucumanos tiene un rol central, por las ideas innovadoras con las que se plantean estas problemáticas. Creo que este trabajo para la biofísica no es muy común en el mundo. En Tucumán, no sólo hay una capacidad académica para encarar las soluciones, sino también skills (habilidades). Me motivó que tanta gente joven tucumana tenga tanto hambre de hacer algo por la innovación. Y mi misión ahora es ayudarlos, con inversiones para acelerar los proyectos. Con el dinero que hemos invertido (no se precisaron montos), se comprarán equipamientos y se reclutarán profesionales complementarios al equipo existente. Todo esto creará un círculo virtuoso, para poner la producción y el desarrollo de proteínas que permitan hacer estudios y enfrentar esos males, pero también vender a los laboratorios.
-¿Qué le sugeriría a los emprendedores locales?
-Ustedes, en Tucumán, tienen una excelente educación. Hay muchos científicos que salen de esta tierra y son reconocidos mundialmente. No deben pensar en Tucumán como un lugar aislado; es parte de una red de información global, que ahora contribuye en el campo del tratamiento de enfermedades neurodegenerativas. Insisto, es un error pensar en términos aislados. Nuestra contribución es para internacionalizar la actividad, en poner a Tucumán en el mapa mundial. Y esto no es difícil porque la gente que hay aquí es muy brillante. Lo observamos en los profesionales que lideran este proyecto.
-Con esta contribución, le está cambiando el concepto de negocio; lo socializa...
-Absolutamente. Estoy sorprendido de ser el primer inversionista en este emprendimiento. Como cada padre, uno tiene obligaciones con los chicos; también las empresas deberían tenerlas, como una obligación de contribuir socialmente con el otro. Me siento orgulloso de poder acelerar la investigación para el desarrollo de nuevas moléculas que contribuyan a resolver enfermedades.
-¿Qué es lo que lo motiva a convertirse en inversor ángel?
-Puedo contestar que es lo emocional, pero también creo que las empresas pueden ser económicamente sustentables ayudando a la investigación. Genero una proteína que necesito para efectuar esos estudios y, luego puedo pensar en venderla para ganar dinero, porque puede llegar a tener un buen valor económico. Cuando uno realiza una inversión en biotecnología no espera un retorno inmediato. Si hay una ambición, es que dentro de cinco años podamos cosechar el desarrollo de una buena molécula que contribuya a tratar enfermedades como el Parkinson o el Alzheimer. Por ejemplo, en Estados Unidos ataca a cinco millones de personas y que para 2050 se estima que esa cifra ascienda a 15 millones. Va a ser un peso muy grande en la economía del país si no se curan estas enfermedades. Creo que la cosecha rendirá sus frutos.
-¿Cómo sobrelleva la enfermedad?
-Tengo el principio de un Parkinson. Y esto me interesa porque entendí rápidamente que hay un gap (brecha) enorme entre la práctica médica, controlada naturalmente, y el desarrollo biotecnológico. Entonces me propuse: yo no voy a esperar 10 o 15 años para que esto se desarrolle. Como soy de la generación de baby boomers (nacidos con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial), me dije: tengo un problema y lo voy a resolver. Entonces, vuelvo a preguntarme: qué necesito. Y me respondo: lo primero es entender. Así, me acerqué a la gente que sabe. Entonces, esta inversión es altruista, pero al mismo tiempo me ayuda a entender el problema del Parkinson. Y la verdad es que, hasta ahora, soy muy feliz porque creo que vamos en una buena dirección.