Más allá del lamentable episodio sufrido por Sergio Romero, el hecho presentó diversas repercusiones. Sin caer en la pretensión de explicar todos los fenómenos desde la esfera psicológica, tampoco podemos omitir el papel que juegan las emociones en las lesiones deportivas. La presión que despierta la Copa del Mundo incrementa la percepción de este evento como un hecho potencialmente estresante, disparando los niveles de ansiedad y favoreciendo la probabilidad de lesión.
“Chiquito” Romero se encaminaba a jugar su tercer Mundial como titular, logro que no pudo conquistar ningún otro arquero en la historia de nuestro país. Exacerbado por muchos medios de comunicación, depositamos en sus espaldas una mochila. Nos ocupamos de llenarla de dudas, miedos y fantasmas. En un puesto tan delicado, donde siempre nos dio garantías y certezas, nos encargamos de sembrar inestabilidad.
La pérdida de Romero es una baja muy sensible. No sólo en el aspecto de juego, sino en su componente emocional. Ha compartido infinidad de partidos y concentraciones con muchos de los jugadores que estarán en Rusia. Tendrán que acostumbrarse a mirar hacia atrás y no encontrar la imponente figura de “Chiquito” en su propio arco.