TRÁNSITO EN YERBA BUENA
Los enormes lomos de burro de avenida Perón en Yerba Buena ya fracasaron. Un solo accidente como el que ocurrió este último fin de semana lo demuestra. Sin dudas que es un intento de límite a los alcoholizados e inadaptados, pero que deriva en accidentes impensados. No son un simple reductor de velocidad. Son una barrera de cemento. Y como lo anticipé durante su construcción, en una carta publicada por LA GACETA, pasó lo que iba a pasar. Aquella vez expresé que un solo conductor que no lo advierta, por cualquier circunstancia, a alta velocidad, terminaría colgado de una palmera. Y pasó. No una. Varias veces. Basta ver el estado de destrucción de su superficie, por la forma que muchos vehículos bajos raspan el hormigón y se llevan la pintura, dejándolos casi invisibles. Las luces intermitentes amarillas nunca funcionaron. El diseño es, a mi criterio, inadecuado para semejante avenida. La descomunal altura y rampa que tienen, los tornan muy peligrosos. Son adecuados para el acceso a una empresa de caudales o una mezquita musulmana. Los correctos y muy eficientes son los recientemente colocados en el Boulevard de 9 de Julio y Zavalía. Esos son reductores normalizados. Además, estos de la avenida Perón no cumplen su objetivo, ya que ese cruce sigue siendo caótico. Salir de la calle Bascary para cruzar es una tarea de guapos. Con autos enroscados en una mini rotonda y vehículos cruzando los lomos de ambos lados, provocan una confusa y larga espera. En fin, mucho más ordenado y de costo similar, es un complejo de semáforos. Que es visible de lejos y se usa en el mundo entero. Y en todo Tucumán. Imaginen El Cristo, Floresta y tantas avenidas con cruces, con lomos de burro. Es absurdo. Sería un caos. Ya la controvertida rotonda de Camino del Perú y avenida Perón fue motivo de una cantidad de vehículos accidentados, porque contra los inadaptados no hay nada que los detenga. ¡Y se vienen más lomos de burro similares! Me decían que si no respetan semejante rampa, menos lo harían con un semáforo. Es verdad. A este tipo de conductores no los detiene ni una pared. Pero no se puede castigar a la inmensa mayoría por algunos irresponsables, que están predestinados en su vida a causar daño, que por suerte son minoría. De paso, los cruces con calle Las Rosas y calle Moreno también debieran tener semáforos. Son las principales conexiones Norte-Sur con avenida Aconquija. Yerba Buena es una ciudad que ha crecido mucho y debe tratarse como tal. Una senda peatonal bien hecha, con altura adecuada y no dañina ni peligrosa se hace en muchas ciudades de Europa. En general son chicas. De poco tránsito, tipo pueblerino. Donde no da para semáforos ni hay cruces que lo justifiquen. Demarcan la senda y el vehículo baja la velocidad suavemente. En una avenida como la Perón, de alto tránsito, es desaconsejada. En algún momento deberán sacar estos lomos. Si no, imagínense avenida Aconquija con estos.
Daniel Mas
LA VELOCIDAD MATA
LA GACETA, en el editorial del 21/5, hace saber sobre “Los siniestros viales y el fracaso social y estatal”. Aprovecho este espacio para referirme a la importancia que tiene la velocidad en la ocurrencia de estos siniestros. El exceso de velocidad es uno de los principales problemas de la seguridad vial en los tiempos modernos. Así lo demuestran las numerosas investigaciones realizadas a nivel internacional. Por ejemplo, nos dicen: un aumento de 1 km/h en la velocidad promedio de una vía, aumenta en un 5% las lesiones graves, y en un 7% los accidentes fatales. La velocidad influye directamente en: 1) La distancia de reacción del conductor, que es la que recorre el vehículo desde el momento en que el conductor advierte el peligro y se dispone a aplicar el freno (el tiempo de reacción promedio en un conductor normal es de ¾seg.); 2) La distancia de frenado: que es el recorrido del vehículo desde el instante en que se opera el freno, hasta que se detiene; 3) La distancia total de frenado: que es la suma de las dos distancias anteriores. Estas distancias aumentan si las cubiertas, los frenos y el pavimento están en mal estado. Por otro lado, el conductor, los pasajeros y el vehículo que circula tienen energía cinética, la que aumenta con el cuadrado de la velocidad y se transforma en trabajo y se disipa en otras formas de energía, cuando hay un choque o una colisión. Esto es así porque responde a una de las leyes de la Física: Conservación de la Energía. Este trabajo es el que deforma y aplasta el vehículo y daña y destruye la estructura física y los órganos internos de las personas afectadas por el accidente (partes óseas, riñones, hígado, pulmones, etc.). Sobre las velocidades máximas de circulación, la Ley Nacional de Tránsito y Seguridad Vial N° 24.449, las establece en el Capítulo II, artículo 50. Así por ejemplo, en zonas urbanas, en calles, es de 40 km/h, y en avenidas de 60 km/h. Tener un choque o una colisión a 60 km/h equivale a caer desde una altura de 14 metros y a 100 km/h, es hacerlo desde los 40 metros. La velocidad mata y las leyes físicas son implacables con quienes las violan. La prevención es la mejor arma para evitar los infortunios viales, y debemos poner nuestro empeño para que la seguridad se convierta en un valor personal, que nos acompañe a lo largo de nuestra existencia.
Juan Francisco Segura
EL REFORMATEO DE LA ESCUELA
Celebro con alegría la decisión política de implementar un nuevo formato para educar a estudiantes secundarios en contextos de vulnerabilidad social en el nivel medio. Entre sus virtudes, señalo: 1) Es una forma de dejar atrás una escuela decimonónica con las marcas propias del Positivismo reduccionista del Siglo XIX y su prolongación higienista, que controlaba los hábitos y las vestimentas de las personas; 2) Significa un cambio de paradigma, que evitará la deserción y producirá una mayor inclusión del estudiante en la escuela; 3) Propone una escuela capaz de escuchar las demandas juveniles y de respetar la forma cómo construyen los estudiantes sus subjetividades. Tener un buen oído y evitar dar recetas de vida son dos cualidades importantes de un docente; 4) Implica una ruptura epistemológica que, sin desechar totalmente el saber disciplinar, se abre a la interdisciplinariedad y a la transdisciplinariedad, porque los grandes problemas no surgen en el estrecho margen de un saber sino en el cruce de varios; 5) Comprende, también, la importancia de la aplicación práctica de lo que sabe porque, en realidad, un chico comprende un concepto cuando sabe usarlo, según decía un famoso filósofo vienés; 6) Finalmente, supone modificar el espacio del aula para trocar la verticalidad en horizontalidad participativa. Edgar Morin sugería que para transformar la educación en el nivel medio había que reformar el pensamiento; y esta propuesta que comentamos opera precisamente una transformación en el modo de pensar la educación. Espero que este “reformateo” se extienda a todo el sistema educativo, aunque reconozco que los cambios radicales encuentran obstáculos para su realización, porque supone romper con tradiciones que han calado muy profundamente en el imaginario colectivo. No obstante, soy optimista.
Susana Maidana
Roles sociales y simulación
Sobre roles asignados por la sociedad a un determinado individuo, Jerzy Kosinski escribió un libro muy ilustrativo, “Desde el Jardín”, luego trasladado al cine con el genial Peter Sellers. Con perfecto sentido satírico describe a una persona ignota, sin nombre, disminuida, analfabeto total, que fue criada y la vez ignorada por un magnate; lo único que sabia hacer eran tareas de jardinero y en sus muchos ratos de ocio ver televisión. Pero el magnate, en su lecho de muerte, cree ver en él a un brillante economista, le entrega a su esposa y hasta lo propone para vicepresidente de su país, interpretando como metáforas geniales el lenguaje simple de su criado, llamándolo Mr. Gardiner. De la misma manera la sociedad otorga roles a personas que son absolutamente incapaces de desempeñar tarea alguna, y a veces lo hacen a través del voto popular. Esos personajes, conocedores de su propia incapacidad, comienzan a simular condiciones para ejercer dichas funciones, para ocultar su ineptitud y lo hacen desde el cambio de vestimenta para mejor identificarse con los trabajadores (es un ejemplo, bah.) Así, vemos a presidentes, ministros y toda la plana mayor de algunos gobiernos, como simuladores que ponen en sus acciones o aspecto físico, elementos falsos para engañar, ocultar, mentir, fingir o desfigurar la realidad de su propia incapacidad sólo para lograr algún beneficio espurio. Desde Evita vimos a algunos personajes presentarse barbudos y sin peinarse, mal vestidos, para simular que trabajan tanto que no tienen tiempo para acicalarse, simulando ser “descamisados”, con estratagemas burdas para mostrar que están al nivel del proletariado. Simulan entonces ser populistas cuando son netamente liberales. Un presidente debería cuidar su presencia (pues nos representa a todos), siempre impecable, pulcro, aseado, cuidado, elegante, compuesto, atildado y fundamentalmente capacitado para cumplir sus elevadas funciones. Debe ser un ejemplo a imitar por la población para su superación personal. También sus ministros, ahora barbados, sin sacos, con sus camisas que parece que les faltaran botones, se muestran simulando que trabajan tanto que no tienen tiempo para presentarse atildados. Faltaría verlos (y no es una sugerencia, no) con jeans descoloridos, rotos, desflecados, con alpargatas “bigotudas” para hacer creer que representan a los pobres, que son iguales a ellos. Y sí; con el desmanejo económico del país, el endeudamiento a cien años, la pérdida de la clase media, la educación y la salud, pronto todos andaremos realmente identificados con la pobreza. Desde niños aprendimos que nuestra presentación debe ser impecable, y con esfuerzo y trabajo poder alcanzar posiciones sociales elevadas, y tal vez hasta quisimos imaginar que llegaríamos a presidentes, bien vestidos, cultos, sin engaños. Pero, ¿éste es el ejemplo que deberíamos imitar?
Federico Vázquez