Caminarán por el barro cuando llueva, compartirán los mismos problemas que sus vecinos, ayudarán en un merendero del barrio, sentirán el escozor de la inseguridad cuando vuelvan a pie, ya tarde, a su casa. De entrada nomás, los futuros sacerdotes que estudian en el Seminario Mayor de Tucumán -los de primer año-, se zambullirán de lleno en las vivencias cotidianas del pueblo. Porque aunque apenas los separarán cinco cuadras del lugar donde irán a clases todos los días, habitarán en una casa de barrio, en la zona conocida como El Chivero.
Esta tarde, el arzobispo de Tucumán, monseñor Carlos Sánchez, inaugurará con una misa la casa de vocación sacerdotal “Santo Cura Brochero”, llamada así en homenaje al santo patrono de los sacerdotes argentinos. El oficio religioso se hará a las 18.30 en la capilla de San Antonio María Claret, que pertenece a la parroquia del Inmaculado Corazón de María. El templo está en la esquina de Chile y José Colombres. La vivienda de los religiosos estará, propiedad de por medio, en Chile 1.101.
“En este lugar los chicos podrán conocer desde el principio lo que significa la entrega y la exigencia de la vida sacerdotal. En esta casa podrán vivir como cualquier vecino y aprender de esta realidad con una mirada de compromiso”, explica el rector del Seminario Mayor, padre Marcelo Lorca. Se refiere a la decisión de que en primer año los seminaristas vivan en los barrios y no en el edificio del Seminario Mayor junto con los estudiantes más avanzados. En principio serán tres los jóvenes seminaristas que habitarán la casa, junto con el formador, el padre Carlos Torres. Otros seminaristas ya están viviendo en otras tres parroquias y compartiendo la vida en comunidad.
“El objetivo es que los chicos vayan discerniendo desde la realidad misma. Es una manera de ayudarlos a que se pregunten: ¿a esto me quiero dedicar? ¿En este ambiente quiero vivir? ¿A esta gente me quiero consagrar? ¿Estas actividades quiero hacer? ¿Estoy dispuesto a entregar mi vida a esta gente? Esta casa será lugar de discernimiento donde los chicos tendrán que aprender de la misma gente, de los que colaboren en la capilla y en el merendero. Ellos van a ir aprendiendo de la misma gente del lugar a ser verdaderos pastores”, explica el sacerdote.
El primer año, Introductorio o Propedéutico, es el comienzo de los ocho años de formación de los sacerdotes. Esa etapa es de discernimiento vocacional, que por primera vez no se hará al lado de otros sacerdotes y de sus compañeros avanzados sino en la misma comunidad. “Pensamos que de esa manera va a despejar sus dudas para ver si realmente Dios lo está llamando”, explica la directora del Seminario Mayor.
Cada vez más exigencias
Para 2019 se espera que vivan en la casa más chicos, unos siete u ocho jóvenes. En promedio, cada año se ordenan entre tres y cuatro sacerdotes e ingresan muchos más. “Las exigencias son cada vez mayores a la hora de entrar al Seminario. Se trata de no ocultarles nada a los chicos, que ellos sepan de entrada cómo es la vida sacerdotal y que ellos mismos puedan ver y palpar la realidad que les va a tocar vivir. Eso hace que los chicos muchas veces se demoren en sus decisiones, que tarden en tomar la iniciativa. Incluso pueden dejar por un tiempo la etapa del discernimiento y volver después. Es una decisión que se debe hacer de manera muy meditada y a nosotros también nos interesa que sea así”, señala.
“El hecho de que vivan en esta casa no quiere decir que estos jóvenes se van a preparar de manera distinta a los demás. En todos los barrios hay parroquias, gente que vive su fe y otros que no. Los seminaristas deben empaparse de esas realidades, para que las vayan amando, para que vayan conociendo los rostros, los nombres de los fieles y que no sea un discernimiento en abstracto”.
¿Curas villeros?
“En Tucumán no hay tanta diferencia entre la villa y el resto de los barrios, como existe en Buenos Aires, donde las villas son inmensas y los curas deben vivir allí para estar más cerca de esas comunidades. Si entendemos por curas villeros estar al lado de los pobres, entonces todos somos curas villeros, porque la realidad es muy parecida en todos los barrios de Tucumán. No veo grandes diferencias ni siquiera económicas. Las fronteras existenciales están aquí mismo. Vivimos en permanente frontera”, dice el padre Lorca.
Desde hoy los jóvenes vivirán como en una familia, irán a ayudar en el merendero, participarán de la misa de la capilla los sábados a las 17.30 e irán a todos los días al Seminario Mayor. Algún día sin duda también jugarán algún partido de fútbol con los chicos del barrio.
En Tucumán la formación de los sacerdotes comenzará en el terreno, es decir, en los barrios, codo a codo con la comunidad. El arzobispo inaugurará esta tarde una casa donde vivirán los seminaristas de primer año, en El Chivero