Informa el historiador Manuel Lizondo Borda que la voz “ucumar” designa a “un hombre casi bestial, feo, peludo, que vivía en los montes tucumanos y que ocupó mucho la atención pública, hasta que fue preso por las autoridades. Se le atribuían raptos de muchachas”. Según este autor, la palabra es quichua y aymara, y en ambos idiomas designa al oso. En las casas se solía asustar a los chicos cuando se portaban mal, amenazándolos con llamar al “ucumar”.
Según la revista “Caras y Caretas”, iba terminando el año 1900 cuando la Policía de Tucumán capturó, en los bosques del Chaco, a un “ucumar”. Se lo describía como “una especie de fiera, peludo, que no habla”. Procedieron a afeitarlo y vestirlo. Quedó como la foto -bastante retocada- que publicaba la revista en su edición del 24 de noviembre. Fue exhibido en las Fiestas Primaverales que organizaba la Sociedad de Beneficencia. Había que pagar un boleto para verlo.
Ezequiel Díaz, en “Tucumán entre dos siglos. Fantasmas, mitos y realidades”, narra un recuerdo. Dice que en 1905 “seguía la chatura edilicia y comercial del sureste de la ciudad. El cañaveral se encuentra más pegado a la zona urbana que en otros lados, y por momentos parece que avanza hacia el caserío. Es de esta barriada de donde surge ese personaje extravagante”, que es el “ucumar”.
Según Díaz, en aquellos tiempos se lo describía como un “hombre semidesnudo, cabello hecho crines, barba y patillas dejadas ex profeso”. Era un verdadero “cuco”, que se las pasaba “asustando a las criaturas y robando a la pobre gente”. Realizadas sus fechorías, desaparecía dentro del cañaveral.