Las distancias geográficas pocas veces representan algo para quienes no viajan. Los 210 kilómetros que separan Rafaela de Rosario, en Santa Fe, aumentan drásticamente cuando se miden en la interna del Instituto Nacional de Teatro. Los dos hombres fuertes dentro de la entidad que regula y fomenta la actividad en el país con cuantiosos y ansiados fondos, son su director ejecutivo Marcelo Allasino (rafaelino nombrado por el Gobierno de Mauricio Macri en el cargo), responsable administrativo de esa estructura, y el secretario general Miguel Palma (rosarino, de larga y constante trayectoria en distintos cargos de ese ente, con extensa militancia peronista), elegido por sus pares del político Consejo de Dirección.
La relación entre ambos nunca fue óptima, aunque transcurre por momentos de mayor o menor intensidad y rispideces. Sus concepciones del hecho artístico también son distintas, ya que mientras Allasino está enmarcado en las nuevas tendencias estéticas y creativas del teatro, Palma se enfoca más en los discursos y mensajes, atraído por el contenido social y político de las puestas en escena. Ninguno de los dos marcan el rumbo ni el trazo de las obras que se realizan en el territorio nacional, donde prima la libertad de acción sin manipulación, y donde la variedad de estilos y diseños se respira en todos los rincones, tanto en Tucumán (con más de 50 estrenos por año) como en Tierra del Fuego, con menos de una docena en igual período.
Ese abanico se verá sobre el escenario a partir del sábado en Rosario, cuando comience la 33° Fiesta Nacional de Teatro organizada por el INT, con elencos de todo el país. Por Tucumán irán las dos propuestas ganadoras de la Fiesta Provincial realizada a fines del año pasado contra reloj porque el delegado local, Roberto Toledo, pretendía un proceso de la selección diferente, con más presencia del interior y con todas las obras en igualdad de condiciones, sin filtro previo.
Los representantes son “El circo de los Marsilli”, de Gonzalo Veliz, un relato de una amarga celebración de primera comunión, donde las tensiones y las pasiones de la sexualidad adolescente dominan la jornada hasta un final que se ve venir como en una tragedia griega; y “... Que pase algo”, con dirección de Sergio Prina en el atrás de escena de un grupo teatral que ensaya una obra, y termina atravesado por tensas relaciones privadas antes que por la pulsión artística. Dos obras de autores locales, con fuerte presencia de la creación colectiva en las ideas y en el desarrollo, con elencos y conductores jóvenes y en crecimiento, y con elementos contemporáneos en su despliegue y desarrollo.
La elección de la sede del encuentro no fue fácil. El año pasado se le pidió a Córdoba su organización (desistió de hacerlo, así como de ser sede de un encuentro iberoamericano por problemas logísticos) y luego se lo quiso llevar al sur. Hace meses que Rosario propuso ser elegida y así recordar que sede del primer festival organizado por el INT fuera de la Capital Federal ya hace 20 años (los previos, que comenzaron en 1985, fueron antes de la existencia del organismo). Allasino no quería darle tanto poder a Palma, hasta que la falta de opciones lo hizo ceder. Incluso hasta en la última reunión del Consejo manifestó sus reservas y su malestar, cuando las cartas ya estaban echadas.
Eso sí, será una fiesta más modesta que las anteriores, con un presupuesto limitado a $6,5 millones. Respecto al autorizado en 2017 para la edición realizada en Mendoza, el incremento de fondos no llega al 10% en un país con una inflación del 24% el año pasado. Además, esta Fiesta se reduce en dos días (será de ocho en vez de los 10 habituales). A veces parece que cuando la política no puede marcar los límites, lo hace la economía; en realidad, toda decisión económica es política y no al revés. En ese aspecto, el director ejecutivo es el responsable de la administración de los fondos y logra imponer sus criterios sin debate.
Un encuentro de esta envergadura no es sólo un cansador desfile de obras (hay días en que habrá cinco puestas en escena: la grilla comenzará a las 18 y terminará a la medianoche), sino también un espacio de debate político y estratégico sobre el INT. En el transcurso de la Fiesta, habrá un plenario de Allasino con todos los representantes provinciales y una nueva sesión del conflictuado Consejo, que conlleva una pesada carga política. Tucumán tiene voz en ambos sitios: entre los delegados, con Toledo; y entre los consejeros, con Nerina Dip. De allí lo relevante de las reuniones para el futuro del teatro local, por ejemplo en el otorgamiento de subsidios para la promoción de grupos y de salas.
Cambios de relación
La salida de Enrique Avogadro como segundo de Pablo Avelluto en el Ministerio de Cultura de la Nación, hace seis meses, dejó al descubierto no sólo la interna dentro de esa cartera sino los problemas de relación con distintos sectores de la actividad. De pronto, un interlocutor hábil dejaba el cargo y no aparecía reemplazo en puerta. No por nada, Avogadro pasó a estar al frente de esa cartera en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, un puesto caliente que ya consumió en su fuego a varios funcionarios.
A fines del año pasado, el ministro Avelluto asumió la conducción de un proceso intenso para reconvertir vínculos con los teatristas y conocerlos en persona. En diciembre se reunió con todos los delegados del INT en el país (Toledo incluido), un debate que fue reconocido por propios y extraños como muy fructífero, útil y positivo, y que lanzó al olvido a su ex ladero. Dentro del INT, reforzó la posición con su representante ministerial en el Consejo de Dirección, Federico Irazábal, cuya muñeca política empezó a mostrarse en todo su esplendor y generó un canal de relaciones de alto nivel, según reconocen incluso los opositores a su línea de pensamiento.
A partir de ello, Allasino se refugió en el entramado burocrático y administrativo, siempre complejo y difícil de llevar, que necesita de muchas horas por día. Sin desentenderse del todo, deja que de la política se encarguen prioritariamente otros y él se preserva, aunque tiene voz potente. La hará sonar en Rosario, en un territorio que supone poco amable.