La denominación es, como dice el médico Hugo Radamé Ruiz, descalificadora y vulgar. Y no es nada atractiva -advierte- en una ciudad como Concepción, en donde las autoridades municipales “están haciendo tanto para embellecerla”. De modo que, según el profesional, el nombre no es aceptable y de ahí que exhortó a que el detalle “sea subsanado o corregido”. Se refería, en una Carta al Director publicada en LA GACETA, a los carteles viales que, en la vieja traza de la 38 y la Avenida del Bicentenario la anuncian como tal: acequia La Hedionda.
Así se la conoce desde hace décadas y para los vecinos que la sufren, por más que la cartelería pueda ser modificada, el calificativo se ajusta a la realidad. Por algo se bautizó así la zona. La pestilencia es insoportable.
“Se podrá colocarle un nombre más atractivo, pero si no se solucionan los problemas que nos castigan a nosotros, se la seguirá llamando como ahora”, observó doña Aída Mansilla. La acequia La Hedionda carga su nombre desde siempre y, aunque el concepto no agrade, para los vecinos es justo y contundente. Tan agresivo y provocador como el olor que despide. No merece otro calificativo, insisten.
La Hedionda nació casi a la par del ingenio La Corona, allá por 1882, con el fin de trasladar los desechos industriales de la planta fabril. En ese tiempo se desplegaba en medio de cañaverales y campos desolados para desembocar, como lo sigue haciendo, en el río Gastona, cerca de La Trinidad. Décadas atrás, el mal olor -generado por la cachaza- no molestaba a casi nadie. Pero hoy el cauce atraviesa al menos siete barrios, entre ellos el Alvear (donde nace), Celestino Gelsi, Vialidad, Balbín, CGT y Curva de Los Vegas.
“El nombre comenzó a generalizarse, para quedar como se lo conoce, a medida que la población crecía en las cercanías de la acequia. Esos primeros habitantes de la zona sur de la ciudad son lo que empezaron a experimentar el olor desagradable del acueducto. Y son los que la bautizaron”, relató don Hugo Romero, un viejo poblador del Alvear que trabajó durante 50 años en La Corona.
“Desde entonces la situación de la acequia empeoró, porque además de trasladar cachaza también lleva vinaza de la destilería y desechos que quedan de la limpieza de la fábrica. Aquí, cuando hace calor principalmente, a veces no se puede respirar por la hediondez. El líquido parece ácido”, agregó.
Según Romero, todo es producto de la falta de inversión de una empresa que no contribuye a conservar el medio ambiente. Un tramo del sector en donde nace la acequia permanece a cielo abierto. En tanto, la parte que se extiende por los barrios Gelsi y Vialidad fue cubierto con placas de cemento. De ahí en adelante se prolonga descubierta.
“La verdad es que a pesar de que por aquí pasa tapada, el olor que larga en los tiempos de zafra a veces no deja ni dormir. Es muy fuerte e insoportable”, apuntó Ceferina Juárez, vecina cercana al barrio Gelsi. La acequia, de una extensión total de más de 6 kilómetros, luego de pasar por el barrio Vialidad avanza hacia el este atravesando la vieja traza de la ruta 38 y después la Avenida del Bicentenario. En estas dos carreteras la cartelería cachetea con el nombre. “Si se le cambiara la denominación se le podría poner La Insoportable o quizás La Maloliente. Pero no va a dejar de ser La Hedionda”, planteó Ceferina entre risas.
En La Curva de Los Vegas los vecinos se muestran más molestos con el acueducto. Sucede que ahí recrudece el mal olor en razón de que algunos pobladores descargan aguas servidas de los sanitarios. Además -según denunciaron- nadie la desmaleza.
“Aquí en el verano, además de acentuarse el mal olor, hay una invasión de alacranes y de víboras. Hay una niñita vecina a la que la mordió una yarará, nada menos. Se salvó de milagro. Y a mis dos hijos los picaron alacranes”, reveló Jorgelina Moreno.
Las autoridades municipales insisten en que hay permanentes planteos a La Corona sobre cuestiones referidas a los problemas que genera la acequia. Acerca de los daños que provoca al medio ambiente, dijeron que la Provincia ha tomado algunas medidas referidas al traslado de desechos industriales que son arrojados en el Gastona. Incluso, en una ocasión la fábrica estuvo clausurada.