El sábado por la tarde, un par de horas antes de que Atlético presentara un equipo mixto y perdiera inmerecidamente contra Huracán, el técnico de Peñarol habló con la prensa de Montevideo para justificar que también pondría una formación alternativa para el partido que debía jugar el fin de semana por el campeonato uruguayo. “El club hace mucho tiempo que no pasa a octavos de final (de la Copa). Para nosotros es muy importante y ante esta situación puntual tenemos que ser inteligentes y cuidar a los jugadores”, dijo Leo Ramos, defendiendo su decisión de incluir a siete habituales suplentes en el partido en que su equipo ganó 1-0 de visitante a Progreso ayer por la tarde, por la anteúltima fecha del torneo uruguayo, y que mantendrá el suspenso en la definición hasta el final -Peñarol es el escolta, dos puntos por debajo de su clásico rival, Nacional.
Peñarol está cansado de ganar títulos locales -en diciembre de 2017 fue campeón uruguayo al vencer la final a Defensor, y su título anterior había sido en… 2016- y, como dijo Ramos, necesita renovar su vieja estirpe internacional. Su nombre intimida por las cinco Copas Libertadores y las tres Intercontinentales que ganó entre 1960 y 1987, pero sus participaciones sudamericanas en el siglo XXI están alejadas de aquella grandeza. Más allá del subcampeonato de 2011 (perdió la final contra el Santos de Neymar), para encontrar un Peñarol atravesando la fase de grupos hay que remontarse 16 años atrás, hasta 2002.
No participó en cinco ediciones (2006, 2007, 2008, 2010 y 2015), quedó eliminado en la primera fase (partido ida y vuelta) de 2005 y 2009, y ocupó el tercer o cuarto puesto en la fase de grupos en 2003, 2004, 2012, 2013, 2014, 2016 y 2017.
Demasiados malos antecedentes como para permitirse otro fracaso, por lo que está claro que Peñarol le haya dado prioridad al partido del miércoles, incluso en detrimento de la definición en el campeonato uruguayo. El 2-1 de Atlético en el Monumental, en el cruce de 2017 con goles de Fernando Zampedri y Leandro González, tampoco es un antecedente alentador para Peñarol.
Llegaron nuevos goles
Menos presionado, con menos para perder y más para ganar -sería la primera vez que avance a los octavos de final-, Atlético también presentó un equipo mixto en Huracán. Acaso la mejor noticia para Ricardo Zielinski, más allá de la derrota, fue que sus delanteros hasta ahora alternativos comenzaron a mostrar poder de gol, como para dejar en claro que no todo depende de Luis Rodríguez o del lesionado Javier Toledo.
Así como Leandro Díaz había convertido su primer gol desde su regreso el miércoles pasado, contra The Strongest, en el Monumental (en la Superliga lleva 311 minutos sin anotar), en Parque de los Patricios llegó el festejo tan ansiado de Ismael Blanco. El entrerriano, hasta ahora, había convertido en el 2-2 ante River, por la 6ª fecha en Núñez, en octubre pasado. Su aporte, ahora, son 2 goles en los 700 minutos que suma en los 15 partidos que participó de la Superliga (todavía no ingresó en la Libertadores), pero más allá de estadísticas, lo importante para Zielinski es que Atlético llega a una etapa de definiciones en el semestre con mayor recambio en el ataque. Y eso es muy bueno.
Incluso Mauricio Affonso, en los pocos minutos que ingresó contra Huracán, estuvo a punto de empatar el partido, lo que habría sido su segundo gol en Atlético (lleva uno, el que le convirtió a Temperley, en 524 minutos). Más señales para entender por qué Peñarol, un gigante del continente, se prepara para el miércoles como para el partido que espera ganar desde hace años.