En mayo de 1922, el gran orador y literato Belisario Roldán vino a Tucumán, junto con la compañía teatral que representaba su drama “El puñal de los troveros”. Era la segunda vez que nos visitaba. En 1904 había permanecido aquí varios meses, como secretario de la intervención federal de Domingo T. Pérez.
Lo entrevistó “El Orden” en el teatro. Roldán declaró que aquellos días tucumanos de su juventud eran algo que guardaba en los mejores sitios de su memoria. Luego, se refirió al gaucho argentino. Lo consideraba “una figura romancesca” a la que algunos intentaban eliminar. “No desaparecerá, aunque se luche contra ella. Podrán ir desapareciendo los pocos gauchos que aun existen en nuestros campos. Pero su figura seguirá viviendo, agigantándose para vivir después en todo su esplendor, como empieza a vivir la mariposa cuando la crisálida muere”, manifestó.
Consideraba al gaucho como lo “más noble que encierra la tradición argentina”. Justamente, al escribir “El puñal de los troveros” había querido “perpetuar la gloria del gaucho, agitándola siempre sobre la base de su significado histórico”. Varios críticos teatrales había tachado su obra como convencional. Roldán les replicaba. “Nada más pueril que esas observaciones. De igual manera se podía decir a los autores de una ópera que en la vida real no se habla cantando. Hay esa sagrada libertad de agigantar las figuras de sus protagonistas, como lo hicieran Edmond Rostand con su ‘Cyrano’ y otros autores, tanto en España como en Francia, en Italia, etcétera. Por eso he compuesto mi obra y sólo me resta agradecer vuestra benevolencia de recibirla con vuestro aplauso”, terminó entre ovaciones.