Es una manifestación del alma del ser humano que puede provocar placer estético en quien la genera y en el que la recibe, pero también puede convertirse en una herramienta importante para mejorar la calidad de vida. “El arte es el hombre agregado a la naturaleza”, decía Vincent van Gogh. El muralismo se convirtió en una de las expresiones importantes durante el siglo XX y contribuyó no sólo a vestir las ciudades, sino también a proporcionarle, en muchos casos, una identidad. Tucumán se ha caracteriza por ser la cuna de destacados escultores, cuyo prestigio ha trascendido las fronteras locales, como Lola Mora o Juan Carlos Iramain; sus trabajos se han convertido en íconos provinciales.
En nuestra edición de ayer dedicamos un espacio importante a los murales que está realizando un equipo de tres artistas plásticas en la avenida Roca y la ruta 301, donde se halla uno de los pórticos de acceso a San Miguel de Tucumán. “La Libertad”, de Lola Mora, y el folclore son evocados con la técnica del mosaiquismo. La iniciativa se realiza con el apoyo del municipio capitalino.
Se recuerda que en 2016 tuvo lugar en el parque Avellaneda el Encuentro Internacional de Arte Público y Muralismo, en el que aplicó la misma técnica. Ese mismo año se inauguró un mural junto a la parroquia San Gerardo, en avenida Alem y Lavalle y en 2017 se inauguró un mural dedicado a los niños en la plaza Miguel Lillo.
En la capital tucumana se practica el arte urbano en forma esporádica, generalmente por iniciativa de grupos independientes, que a veces reciben el apoyo de la Facultad de Artes de la UNT o de la Municipalidad capitalina. En 2015 se pintaron 10 murales en distintos puntos de la ciudad, entre ellos la Maternidad, la Sala Cuna, la escuela de Comercio, en un paredón de la esquina de Jujuy y Bolívar y el hospital de Niños, este último a cargo del consagrado artista Milo Lockett. La iniciativa fue impulsada por el Gobierno provincial, cuyo tema fue “Pensando el Tucumán del Bicentenario”.
El Grupo Acción Poética ha realizado experiencias significativas años atrás, en las que se ha logrado la participación en las pinturas murales de los propios vecinos de los barrios. Los concursos pavimentales para alumnos de las escuelas primarias, que durante varios años motorizó el destacado pintor tucumano Fued Amin con el apoyo de una librería, se fueron extinguiendo.
En alguna oportunidad señalamos que se podría incentivar a los niños a que pintaran en las paredes de su colegio escenas de la historia (argentina y tucumana), previo estudio y debate en el aula, con el asesoramiento de artistas plásticos. El Ministerio de Educación podría firmar un convenio con la Facultad de Artes de la UNT para tal fin. Sería un modo de combinar el aprendizaje de la historia con el placer de dibujar y pintar. De la misma manera, podrían hacer las municipalidades para embellecer paredones o sectores de las ciudades que son usados para pegatinas o que ofrecen un aspecto penoso por la suciedad. Famaillá se ha engalanado con las esculturas que quedaron de encuentros internacionales que organizó años atrás.
Estas manifestaciones de arte urbano deberían tener una mayor constancia y responder a una acción coordinada. En buena hora que los accesos a la ciudad le den una grata bienvenida al viajero a través del arte.