A veces un día puede valer por tres, de acuerdo con las circunstancias importantes que confluyen en una sola fecha. El 23 de abril tiene esa particularidad y evoca cosas íntimamente relacionadas entre sí. “El lenguaje es el vestido de los pensamientos”, afirmaba el poeta Samuel Johnson. “¿En qué idioma cae la lluvia sobre ciudades dolorosas?”, se preguntaba Pablo Neruda. En homenaje a Miguel de Cervantes Saavedra se evoca el Día del Idioma Español. Pero también un día simbólico para la literatura mundial porque ese día en 1616 murieron el mismo creador de “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha”; Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega. A esa celebración se agrega el Derecho de Autor.
En 1995, la Conferencia General de la Unesco, celebrada en París, decidió rendir un homenaje universal a los libros y autores en esta fecha, alentando a todos, y en particular a los jóvenes, a descubrir el placer de la lectura y a valorar las irremplazables contribuciones de aquellos quienes han impulsado el progreso social y cultural de la humanidad. La Unesco creó entonces el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, así como el Premio Unesco de Literatura Infantil y Juvenil Pro de la Tolerancia.
El idioma es el eje fundamental en la identidad de un pueblo. Si bien tiene un sustrato inamovible, otra parte de él se halla en constante movimiento por la incorporación de expresiones y términos, como consecuencia del avance de la tecnología y de nuevos hábitos. El idioma de los argentinos viene soportando desde hace muchos años la invasión de vocablos ingleses que han seducido a los jóvenes, pero también a los economistas, a los comerciantes, a quienes se dedican a la informática, entre otros. Ello sucede porque aún no hay términos castellanos equivalentes al inglés, como ocurre con frecuencia, por ejemplo, con la tecnología; por modas. En otros casos, existen varios vocablos para reemplazar una palabra inglesa, pero no se lo usa, sea por comodidad o por desconocimiento.
Pero también la lectura ha entrado en crisis. En la Feria del Libro de Buenos Aires de 2015, el escritor español Arturo Pérez Reverte dijo que se estaba perdiendo el hábito de leer. “Antes veías en el subte, el autobús o en la cola del médico gente leyendo, pero ahora no, están todos mandando mails, wasaps, mensajes. Esa hora y media de ocio que el usuario razonablemente culto dedicaba a leer para entretenerse, ahora la usa para responder correos. Hasta los que somos lectores habituales leemos menos tiempo. Sospecho que a medida que pase el tiempo, esto irá a más. No es que se lea por otros medios, sino que se está dejando de leer”, señaló.
La lectura va más allá del mero hecho de leer algo en un soporte digital, tiene que ver con el contenido, la profundidad, la reflexión, en enriquecimiento interior. Uno de los principales déficit de los estudiantes es la dificultad para comprender un texto. Crear en los chicos el hábito de la lectura es importante, tanto los padres como el Estado tienen un papel fundamental. Si los docentes y los progenitores no leen, difícilmente -salvo excepciones- los niños lo hagan. Por ejemplo, cada escuela podría tener grupos de niños lectores y narradores, se podrían organizar encuentros o certámenes interescolares. Nos parece que formar lectores es indispensable no solo por el placer que implica sumergirse en un libro, sino para conocerse a sí mismo y a los demás.