Regreso confirmado

El senador José Alperovich marcó el sábado la primera gran línea divisoria en el oficialismo tucumano. Hasta tal punto que su decisión de excluir a buena parte de los dirigentes de su agasajo puede precipitar la interna peronista por la sucesión.

Resulta evidente que el ex gobernador era consciente del cisma que estaba por generar. De hecho, a varios comensales de su entorno se lo repitió al oído el sábado, jactándose del terremoto que estaba gestándose. A simple vista, el destinatario de ese sacudón fue el vicegobernador, Osvaldo Jaldo. Pero no necesariamente por ello sea el más afectado. El gobernador Juan Manzur quedó enredado en los grandilocuentes abrazos de su mentor político, y las consecuencias para su gestión de ese paso que dio aún están por verse. Y son impredecibles.

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Ya desde los días previos al asado alperovichista se conocía que habría una lista negra, encabezada por el presidente de la Legislatura. Alperovich había decidido exponer a quienes, según interpreta, lo defraudaron en los últimos meses al “jubilarlo” políticamente o aventar los rumores de recambio en el Partido Justicialista, presidido por su esposa Beatriz Rojkés. Quiso mostrarse revitalizado y, nuevamente, para ello contó con la valiosa complicidad de Manzur. Porque, a decir verdad, cuesta creer que el gobernador no haya pensado que su presencia y estadía en el mitin de Yerba Buena se leería políticamente. Es lógico que el mandatario asista al cumpleaños del hombre que le allanó su ascenso político, pero una cosa es “cumplir” y otra muy diferente es avivar las especulaciones. El titular del Poder Ejecutivo se prestó sin miramientos al show montado por el alperovichismo.

Es sintomático. Cada vez que el senador necesita mostrar fortaleza tiene el apoyo del gobernador, ya sea para difundir fotos en una concesionaria, en su casa o en la Gobernación. Pero en el actual contexto, en el que Jaldo apura una definición de su compañero de fórmula, los abrazos excluyentes del sábado permiten avizorar semanas conflictivas para el oficialismo. La primera reacción ya está desde el viernes sobre el escritorio del vicegobernador: un borrador de decreto con otro centenar de nombres de dirigentes ligados a Alperovich que podrían ser dados de baja. Tras los comicios de octubre, en los que se sintió traicionado, el tranqueño ya dio muestras de que no anda con vueltas a la hora de aplicar represalias: removió la mesa de conducción legislativa, cubrió la banca de un peso pesado como Sergio Mansilla y cesanteó a más de 100 contratados.

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Peligrosa separación

La cerca levantada por Alperovich -y legitimada por Manzur- puede ser peligrosa para la gestión del oficialismo. Adentro quedaron los funcionarios, los intendentes y la treintena de delegados comunales que le responden. Son, en su mayoría, aquellos con los cuales el ex mandatario se muestra en las redes sociales “acercando” soluciones a vecinos. Pero afuera quedaron legisladores y dirigentes territoriales con peso específico en el interior y en la capital.

El recuento es revelador. Ninguna de las autoridades de la Cámara fue invitada, y junto con ellos quedaron afuera más de 20 legisladores. El dato no es menor, porque serán los encargados de llevar adelante la reforma política que establecerá las reglas electorales de 2019 y de apoyar o de bloquear las herramientas que pida el propio Manzur para transitar los últimos dos años de su mandato. Lo que disponga ahora Jaldo, a quien ya le quitaron la responsabilidad de ser el que “rompa”, será determinante.

La profundidad de las heridas causadas por esta repentina arremetida alperovichista aún está por develarse. Pero sí hay algunas conclusiones. La central es que el senador ya ha confirmado con sus actos que está decidido a luchar para regresar a la Casa de Gobierno, y que para eso da por descontado que contará con la colaboración de Manzur. “Juan y José son lo mismo”, reflexionó ayer uno de los comensales que sigue desde los inicios la secuencia de esa sociedad política. Ahora dependerá del gobernador exhibir qué rol pretende ocupar el próximo año y al lado de quién prefiere mostrarse. Y para eso no ha de faltar demasiado, porque luego de lo vivido el fin de semana es probable que la dirigencia comience a exigirle definiciones. ¿Se atreverá?

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