“Es un agua hermosa. Son ojitos de agua que se forman en el monte y se convierten en vertientes”, exclama Gabriela Lazarte de Sanna. Está parada al lado de un canal por el que fluye un poco del agua que -explica- abastece el riego de una citrícola radicada en la zona de Santa Ana, y cuyos limones proyectan “Tucumán al mundo”. Pendiente abajo, el curso del río Haimes fluye tranquilo, con fondo de cañaverales y de cerros con sus picos nevados, indiferentes al sol de abril.
Gabriela muestra seguridad cuando explica cómo alimentan sus cultivos los productores de Santa Ana. Lo suyo es el saber acumulado de sus 53 años “en el terreno” en el sur tucumano. Empleada de tres décadas en la Dirección Provincial de Recursos Hídricos, parece tener en su cabeza el mapa de su Santa Ana natal; lugar que conserva rastros del pueblo azucarero que fundó a fines del siglo XIX Clodomiro Hileret y que comenzó a declinar en los años 60 del siglo pasado, tras el cierre del ingenio. “Cuando yo era chica, vivía en villa Santa Rosa. En aquellos tiempos, los canales eran muy profundos; y no había 100, sino 1.000 obreros, para limpiarlos. Eran aguas puras, cristalinas”, describe, nostálgica de tiempos más sustentables.
Por ese conocimiento del terreno es que a Gabriela la han designado “compartidora” en la Dirección de Recursos Hídricos: es la primera mujer que ejerce esa función.
¿Qué hace un “compartidor? Son jefes de zona y dependen del jefe del distrito (son siete, y cada distrito comprende uno o más departamentos) para cumplir con su función de distribuir el agua en la zona, organizar la limpieza ordinaria anual, dirigir la reparación de obras, y tiene a cargo personal obrero, tomero y administrativo, explica el ingeniero Aníbal Comba, subdirector de Recursos Hídricos de la Provincia. En cuanto a la palabra compartidor, explica que proviene de “comparto”, que identifica el lugar en el canal donde hay compuertas para distribuir el agua hacia otros canales.
En el caso de Santa Ana, Gabriela cuenta que a ella le toca organizar la prestación de la traza de una veintena de canales de desagüe subterráneos que nacieron con el ingenio Santa Ana de Hilleret, así como de dos canales de riego -el Saltón, de 74 kilómetros, y el Fábrica, de 12 kilómetros, que se alimentan del dique El Saltón -y de dos vertientes que nacen en la zona. Pero apunta que en el presente esos canales no conducen agua, porque se han llenado de materiales tras las tormentas del verano. Y de basura que -con persistencia y sin pausa- arrojan los propios vecinos.
Basura, basura
“Con Saneamiento Ambiental estamos encarando una campaña de concientización, para que la gente entienda que cuando arroja basura está atentando en contra de sí misma, porque no tendrá agua para riego”, explica Gabriela. En la charla con LA GACETA, cuenta que cuando era chica, en su Santa Ana de infancia, la basura no era un problema. La situación -apunta- lleva unos 10 años, desde que comenzó a instalarse gente a orillas de los canales. “Al hacer la limpieza de los canales de riego, tenemos que pedirle a la comunidad que no tire basura, porque esto nos afecta particularmente en períodos de lluvia, ya que se trancan los puentes y no circula el agua. Es por eso que se producen desbarrancos e inundaciones. Ahora estamos trabajando con los vecinos que están cerca de los canales, pidiéndoles que colaboren. Algunos han respondido que sería una buena idea; dicen que van a colaborar”, se esperanza. “La gente ahora no puede cultivar -advierte-; sólo tienen como opción las vertientes, o ubicarse en las cercanías del río Haimes, donde bombean agua para sus cultivos de papas y tomates”.
Desde la subdirección de Recursos Hídricos, el ingeniero Comba coincide con Gabriela en que los mayores problemas de riego que enfrenta Santa Ana son la reconstrucción de la infraestructura de conducción y distribución (de los canales) y fortalecer el “consorcio de usuarios”. En otras palabras, concientizar a los productores y vecinos de la importancia del trabajo conjunto con la administración estatal.
“La jefa”
Desde el mundillo tucumano de los recursos hídricos se ha vivido como una pequeña revolución la designación de una mujer como jefa, en una comunidad que comparte, como casi todo el mundo rural tucumano, una cultura machista.
Cuando al ingeniero Comba se le pregunta por qué apostaron a una mujer para esa función de “compartidora”, él responde: “fue una propuesta del jefe del distrito, avalada por la Dirección. Gabriela es una empleada con mucha experiencia, ya lleva 34 años en la zona y conoce cada rincón del sistema de riego y sabe de qué se trata manejar el recurso humano y distribuir el recurso hídrico”.
¿Cómo la recibieron? Gabriela reconoce que en un comienzo hubo algo de resquemor por parte de una planta de personal compuesta íntegramente por hombres. “Pero me fui ganando el respeto, porque saben que trabajo”, asegura, ya en su despacho. Sin embargo, flanqueda por su perro mastín, Sony -cuya figura intimidante recuerda a ese mito tan arraigado a Santa Ana que fue “El familiar”- ella insiste en que no es el machismo, sino la “incultura de la basura” el gran desafío que tiene por delante en su comunidad.