Por los turbulentos ríos de la interna opositora comarcana corren ramas y piedras sin que aparezca una barrera de contención que evite desbordes.
El raquítico PRO local parece haberse contagiado del internismo sin sentido de los radicales. Apenas con un puñado de miles de afiliados, los “viejos” (comandados por Pablo Walter) y los “nuevos” (liderados por el concejal bandeño Miguel Diosquez) se mechonean por presidir el partido. Mala muestra de los que pretenden instalar ideales de “paz y amor” en la política.
La lectura que se hacía ayer entre líderes provinciales de la coalición que gobierna a nivel nacional era que, si el PRO no podía ponerse de acuerdo con una estructura pequeña, sería difícil que se lograra lo que se busca desde la Casa Rosada: que en todos los distritos haya listas de unidad de cara a los comicios del año próximo. Justamente sobre ello dialogaron el lunes las cabezas de los partidos que integran Cambiemos con el jefe de Gabinete. Los radicales habrían planteado allí que están cansados de ser “segundones” y habrían reclamado más protagonismo en las decisiones del Gobierno nacional. Marcos Peña les habría respondido con un beso de Judas y lejos habría estado de prometer algo al centenario partido. En ese escenario, la mano derecha de Mauricio Macri sí habría sido rígido con un mandato: que no haya internas ni papelones políticos entre los socios que buscarán mantener el poder nacional e incrementarlo en los distritos en los que son flojos. Ese mismo día, el PRO Tucumán hizo lo contrario.
¿Qué pasará en la UCR local? Posiblemente algo similar que lo que acontece entre sus socios. La línea interna que lideran Ariel García y Fernando Valdez volvería a disputarle el poder a José Cano. De hecho, las versiones que circularon en el sitio lapoliticaonline, respecto de que el ex titular del Plan Belgrano se había bajado de la pelea por la gobernación, se la atribuyeron a la interna radical tucumana y a la muñeca traviesa del Coti Nosiglia.
En ese río revuelto de rencillas entre dos de los principales socios de Cambiemos se avecina el 2019 electoral, en el que la Nación pretende evitar los comicios internos. Para colmo, a diferencia de 2015, no se avizora una barrera de contención que evite que el agua desborde y salpique a todos. Hace tres años, un indiscutible y necesario Cano acomodó detrás suyo a la variopinta dirigencia que se sumó a la alianza que llevó a Macri al poder. La situación hoy es distinta: el diputado nacional perdió la exclusividad de mando en el arco opositor. Será difícil que pueda contener las pretensiones de García, de Valdez, de Silvia Elías de Pérez, de Domingo Amaya, de Germán Alfaro, de Alfonso Prat Gay y de los peleadores del PRO.
¿Habrá internas? Es tan difícil contestar esa pregunta como ver a Cano resignando su candidatura a gobernador. Salvo que en la Casa Rosada se barajen contundentes encuestas sobre lo bien que mide un postulante por estos lares y lo mal que lo hace el que ya luchó por el cargo, nadie podrá evitar que los cambistas vayan a las urnas.
“Falta mucho”, reiteran los aliados cuando se les pregunta por candidaturas. Tanto como a ellos trabajo para caminar el interior, contar con postulantes de fuste y exhibir estructura en cada distrito. Por lo pronto, pelean por el chiquitaje y la provincia les queda cada vez más grande.
En el mismo río
En igual remolino se inmiscuyen los líderes del oficialismo. En eterna campaña, Osvaldo Jaldo se mete dirigentes y votantes en el bolsillo de la mano del boleto gratuito para estudiantes del interior. Aparece en las fotos con intendentes y con compañeros con grueso poder electoral, como el “Gallego” Ruiz Olivares. Juan Manzur se hace el distraído y se ampara en los viajes para evitar tomar partido en esa Guerra Fría entre su vicegobernador y su antecesor, José Alperovich. El ex gobernador define su estrategia en silencio, mientras confirma lealtades. Como en Cambiemos, en el peronismo reina el desconcierto y el desparramo de “esfuerzos” entre los compañeros. Sin líder definido, tampoco hay barrera de contención. Y, los desbordes suelen traer consecuencias imprevisibles.