La decisión de la Corte Suprema de Brasil, que dejó a Luiz Inácio Lula da Silva a un paso de la prisión parece empujar al país hacia una crisis política como no se ha visto en varias décadas. Ayer, tras 11 horas de deliberaciones, el Supremo Tribunal Federal rechazó un recurso de habeas corpus con el que el ex presidente buscaba evitar la prisión por una condena por corrupción.
Los jueces, con un voto muy ajustado de 6-5 contra el pedido de Lula, abrieron la puerta a que la Justicia pueda decretar en los próximos días el encarcelamiento del ex mandatario, favorito para las presidenciales de octubre.
“Hoy es un día trágico para la democracia en Brasil”, señaló el izquierdista Partido de los Trabajadores (PT).
“A Lula se lo acusa de liderar las encuestas”, ironizó el periodista y analista político Bruno Bimbi, que aunque muy crítico de la gestión del PT, viene cuestionando el proceso de juzgamiento de su líder y lo que considera un “avance escandaloso de la derecha” en Brasil. “El régimen instaurado con la destitución de Dilma (Rousseff) se torna cada vez más autoritario. Los próximos días serán de mucha tensión. Lo que se viene después es imprevisible, pero no parece ser nada bueno”, escribe Bimbi en su cuenta de Twitter.
“La democracia en Brasil está bajo una seria amenaza”, destaca por su parte el investigador Luiz Cristiano Naclerio Torres, experto en Relaciones Internacionales y docente de la Universidad San Pablo-T. Esta amenaza a la institucionalidad puede tener hondas repercusiones en el Mercosur y quizás en toda Latinoamérica, sostiene. “Desde el golpe contra Dilma, hay un proceso de ‘congelamiento’ en las políticas que buscaban un fortalecimiento de las relaciones entre países sudamericanos y afianzar propuestas de desarrollo regional”, considera Torres.
Más allá de las consecuencias económicas que pueda tener la situación política en Brasil en la región, lo preocupante, según el experto, es la repercusión política en el resto de los países latinoamericanos, con el fortalecimiento de discursos y posturas que pueden ser perjudiciales para la calidad de la democracia y de la Justicia en nuestros países.
“No se ve un frente que pueda dar una batalla consistente al avance de mecanismos arbitrarios, golpistas y destituyentes que, con un tecnicismo jurídico y la excusa de la lucha contra la corrupción, buscan alejar de la contienda electoral a un candidato”, insiste el analista.
Todo ello hace que la de Brasil sea una democracia en estado de coma, ante una incertidumbre beneficia a sectores con discurso más duro, que piden orden a toda costa, en un país donde las Fuerzas Armadas siguen teniendo amplias facultades.