WASHINGTON.- Caía la tarde en Memphis cuando Martin Luther King se asomó al balcón del motel Lorraine, uno de los pocos que acogía a negros. King solía quedarse allí y ocupaba la habitación 306. Mientras estaba en el balcón le alcanzó un disparo. Una única bala. Eran las 18:01 y una hora después estaba muerto. El luchador, la esperanza de millones de negros, había muerto. Un asesinato por el que fue condenado James Earl Ray, un racista.
Martin Luther King Jr. nació el 15 de enero de 1929 en Atlanta, en el estado norteamericano de Georgia. Su madre era profesora y su padre, predicador. Cuando King escribió sobre su infancia contó que los dos acontecimientos que más le marcaron en aquella época fueron la muerte de su abuela y su primera experiencia con la segregación racial.
Desde que tenía tres años contaba con un amigo de su misma edad que era blanco. Con seis años fueron a la escuela, pero a colegios diferentes. Él fue a una de negros; su amigo, a una de blancos. Y el padre de su amigo prohibió todo contacto entre ellos. Eso le impactó sobremanera, según relató King. De joven estudió y comenzó siendo predicador en Montgomery, en Alabama, donde se casó con su novia de siempre, Coretta Scott Williams, y tuvo cuatro hijos.
Su andadura hasta convertirse en icono del movimiento de los derechos civiles comenzó en 1955, cuando Rosa Parks, una mujer negra, se negó en Montgomery a ceder su asiento en el autobús a un blanco. Fue detenida y se produjeron protestas. Los afroamericanos boicotearon los autobuses de transporte público, en una iniciativa liderada por el mismo King. Estas acciones concluyeron con una victoria: el Tribunal Supremo declaró inconstitucional la división de zonas según el color de la piel en los autobuses de la ciudad.
Aquella acción convirtió a King en una persona conocida en todo el país. Su capacidad para la oratoria ayudó a que las protestas se replicasen en todo Estado Unidos. El punto álgido fue en agosto de 1963 con la Marcha sobre Washington, cuando se manifestaron más de 250.000 personas, entre ellas también blancos. “Tengo un sueño”, dijo entonces a la multitud King, en un discurso en el que abogaba por la igualdad.
En aquellos tiempos se respiraban aires de cambio. Un joven presidente John F. Kennedy había presentado un proyecto de ley centrado en la igualdad, pero no había conseguido que fuera aprobado. Fue asesinado en noviembre de 1963, pero su sucesor Lyndon B. Johnson (1908-1973) consiguió imponer la propuesta y el 2 de julio de 1964 se aprobó la ley de Derechos Civiles.
El principio básico de King era la no violencia. En 1964 se le concedió el premio Nobel de la Paz. “Me niego a aceptar la idea de que la humanidad está trágicamente vinculada a la opaca medianoche del racismo y de la guerra, que hacen imposible alcanzar el amanecer de la paz y la fraternidad”, dijo al recoger el galardón.
El Nobel le dio aun más notoriedad, pero King seguía con su lucha. Habían pasado más de 100 años del fin de la guerra civil en Estados Unidos, pero la separación entre negros y blancos seguía formando parte de la vida diaria de los estados del sur. Las autoridades de Alabama, por ejemplo, negaban a los negros que se pudieran registrar en el censo electoral.
En contra de esa negativa los activistas marcharon en marzo de 1965 en Selma, Alabama. Policías blancos intervinieron usando gas lacrimógeno, látigos, bastones y armas contra el grupo que marchaba pacíficamente. Muchos fueron detenidos. King organizó una gran manifestación hasta Montgomery, que no quedaba lejos. La Policía detuvo el tren en las dos primeras convocatorias, pero para la tercera manifestación el presidente Johnson envió soldados para proteger a los manifestantes y estos pudieron llegar a su meta.
Ese año se aprobó la ley de derecho de voto. A lo largo de ese año King recibió numerosas amenazas de muerte. Tras el asesinato de Kennedy, King le dijo a su mujer que a él le sucedería lo mismo. La noche del 4 de abril de 1968 su vaticinio se cumplió. Tenía 39 años. (DPA)