Un nuevo sueño comenzará en junio cuando Rusia sea el anfitrión del mundo fútbol. Mientras, los tucumanos tuvieron la oportunidad de experimentar esa adrenalina un poco más de cerca: estar a centímetros de la misma Copa que levantaron Daniel Pasarella en 1978 y Diego Maradona en 1986.
Más de 14.000 personas se acercaron al predio del hotel ubicado en la zona del ex Abasto. Algunos con camisetas, otros incluso con el uniforme escolar. Ni la plena actividad de un día laboral impidió cumplir el sueño.
“Es increíble. Nunca hubiera imaginado que la iban a traer acá. Tenerla a centímetros fue lo más impresionante”, dice Ana Villafañe, que segundos antes se sacaba una selfie frente a una colección de camisetas antiguas que también pudieron observarse en la muestra. La acompañaba Ignacio Lavilla, que también reconoció haber vivido un sueño.
Fue el espacio ideal para concurrir en familia. Pablo y Nahuel López, padre e hijo, fueron con un propósito especial: pasar tiempo juntos. Además de conocer la Copa, Nahuel tiene un sueño extra: ver a la Selección coronarse campeona del mundo.
Esto no es sólo cosa de hombres. Andrea González y Milagros Sangalli, madre e hija, tuvieron un plan particular para acompañar sus vacaciones: las nacidas en Buenos Aires fueron en busca de su foto de recuerdo. “Siempre hay que apoyar a la Selección, hay que darle fuerzas”, afirmó Andrea.
Bautista Galván, un pequeño de nueve años, llegó al predio con un poster de Messi en la mano. “Soy fanático. Para mí va a hacer tres o cinco goles”, se animó a decir el niño, acompañado por sus padres.
Karen Fernández, y su amiga “Manu” -de Bélgica-, pasearon por la muestra. Fernández eligió al “10” como su favorito, pero su amiga prefirió a su compatriota Eden Hazard.
Víctor Torres llegó con su hijo Santiago y se mostró emocionado: “Antes sólo podíamos verla en una foto”, sentenció. El brillo del trofeo hizo latir en su interior el recuerdo de la final del 86. “Estaba en la secundaria. Terminó el partido y fuimos con mis amigos a festejar a la plaza”, recordó Víctor.
Ezequiel Herrera asistió acompañado por su familia: “es hermoso el entusiasmo que tienen los chicos, hace mucho esperabamos esta oportunidad”, argumentó.
En tanto, Mauricio Andrada, que asistió con su bebé en brazos y junto a su abuelo Francisco Díaz, mantiene viva la esperanza de que Argentina pueda conseguir su tercera corona en la historia.
El encandilante color dorado de la Copa parecía tener algo místico. Las reacciones eran distintas: algunos hacían la señal de la cruz, mientras otros colocaban su mano sobre el cristal que separaba al trofeo. Cada cual rendía culto a su manera. El halo de luz transmite paz y entusiasmo, es esperanzador y poderoso. Muchos salían con el mismo discurso: “tenemos fe, tenemos a Messi, podemos ganar.”