Isaac Risco - DPA
Era sólo un amistoso y Brasil no brilló como en otros partidos de la era Tite, pero el triunfo por 1-0 tuvo un sabor especial. Porque el rival era Alemania, responsable del último gran trauma del fútbol brasileño, y la cura subraya ahora las ambiciones de la “Canarinha” en Rusia 2018.
El grito de alivio llegó casi cuatro años después de la humillación de Belo Horizonte, en el Mundial que Brasil disputaba en casa y en el que el equipo se hundió en las semifinales con un 7-1 frente a los futuros campeones.
El “fantasma” parecía desaparecer con el pitazo final en Berlín, gracias a un “11” brasileño que jugaba además sin su gran estrella, Neymar, que se recupera todavía de una operación en el pie.
“Brasil se empieza a olvidar del 7-1”, aseguró el diario “Folha de Sao Paulo”. “La selección es ahora más fuerte”, dictaminó por su parte Lance, el principal diario deportivo del país. “Mejor vencer a los reservas de Alemania que nada”, señaló otro columnista, restándole relevancia al hecho de que la “Mannschaft” mandase a varios suplentes al campo en el Olímpico de Berlín, algo que podría no reflejar la verdadera correlación de fuerzas actual entre ambos equipos. Los propios protagonistas mostraron que la victoria fue ante todo un paso psicológico importante. “Es autoestima, tiene ese componente”, admitió Tite que había hablado en varias ocasiones del “fantasmita” del Mineirao en los últimos días. Las principales conclusiones de la victoria, sin embargo, seguirán siendo las extradeportivas. Y el próximo paso ya está claro. Tite tiene que mover sus fichas para “la única venganza posible”, consideró Lance: ganar el “hexacampeonato” en Moscú, “con o sin Alemania en el camino”.