UNA RUTA CON MÁS SEGURIDAD
Bienvenida sea la repavimentación de la Ruta 301 entre San Pablo y Lules. Sin embargo, es evidente que las medidas mínimas de seguridad deben mejorar notablemente. Por ejemplo, es imposible circular por la banquina, por la cantidad de polvo que se levanta lo que dificulta la visibilidad entre un vehículo y otro. Por otro lado, al circular por las banquinas, y para el que no conoce la ruta, hay un peligro potencial de caer en pequeños cursos de agua, cuyas alcantarillas no existen o donde existen están señaladas con un palo y un plástico en la punta en el mejor de los casos. El personal que trabaja no se observa que cumpla con las medidas de seguridad necesarias, por ejemplo, utilización de barbijos, protectores auditivos y cascos. Todo esto puede ser mejorado con riesgos cada hora, cintas de peligro o balizas y para los empleados las ART (Administradores de Riesgo del Trabajo) deberían exigir el cumplimiento de las normas mínimas. Las mejoras son buenas, pero mejor si también cuidamos a nuestra gente.
Juan Antonio González
TODO POR EL ANHELADO “PUNTITO”
Es impresionante observar, en este último tiempo, cómo la manía de llegar a conseguir lugar para un curso de capacitación docente se ha transformado en más de un dolor de cabeza. Es un círculo vicioso en el cual el docente que no llega a tiempo para tal curso no consigue el suficiente puntaje para concursar y ganar un cargo que le da acceso al trabajo. Es posible que se halla llegado al extremo de pasar la noche haciendo largas colas, para poder conseguir lugar para dicha capacitación o es necesario presenciar posibles peleas, y discusiones entre colegas para ver quién gana el lugar y no quedar afuera o por quejas debido a tratar de inscribir a amigos o a conocidos sin estar presentes. Estamos hablando de capacitación docente y no de sacar un turno para el médico o de hacer fila para una entrevista laboral. ¿No sería conveniente que las entidades se quiten la careta y se muestren tal cual son, que subasten el dicho “punto” al mejor postor o que se conviertan en kiosquitos que se dediquen a la venta de puntos? Como docente que soy, y cada docente lo sabe, la mejor capacitación esta en el día a día en la escuela, en los alumnos y en cómo en ellos se refleja. Ellos nos dan la pauta para saber cómo actuar, para lograr mejoras en el proceso de enseñanza. Pero si seguimos siguiendo esta moda masiva, no se justificará la idea de que “el fin justifica los medios”, sino que estaremos alimentando y criando una bestia que podrá ser aun más nociva en los años venideros.
Manuel Andrés Roldán Soria
Roldanmanuel [email protected]
INVASIÓN A NUESTRA CONSTITUCIÓN
Han invadido nuestra Nación y la guerra suena escandalosa en la letra de nuestra Constitución. Los límites que aseguran el patrimonio sagrado de lo nuestro, han sublevado sus ahíncos y las trincheras de la vida se han lanzado a la protección del niño no nato en cada rincón de la Patria. Amenaza la muerte con las poderosas armas extranjeras de la ideología de género macabra, que persigue cual presa a devorar, el absoluto e inviolable derecho a la vida desde el instante de la concepción, protegido por la Suprema Ley que nos manda, y acorazado por numerosos pactos internacionales a los que nos adherimos. El Preámbulo de nuestra Constitución, nacida como freno a precedentes baños de sangre y futuros holocaustos, señala que el objeto de la organización constitucional fue erigir la unión nacional, afianzar la Justicia, asegurar los beneficios de la libertad para la posteridad, promover el bienestar general y consolidar la paz interior. Por lo que el aborto se constituye en depredador de la Constitución, demoledor de la Justicia por asesinato y baño de sangre de bebés en gestación; invasor del claustro del vientre materno, mutilando certeramente el ámbito de bienestar de los niños aún no nacidos; efector de tumultos, división y anarquía corrompiendo la paz social; artífice destructor de la historia de nuestro país, en su vocación de trascender y perpetuarse en la libertad; tirano conspirador que arroja por tierra lo que la Ley Superior reza “para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”, aniquilando el derecho fundamental de todo ser humano a la vida, y a su habitación en nuestro pedazo de mundo. Señor Presidente de la Nación: la Constitución obliga a que sea una Convención Constituyente la que decida reformar o no la Constitución. El Poder Legislativo, a quien usted habilitó en la tarea, no se ajusta constitucionalmente a ese ejercicio. Conscientes del deber civil de defender nuestra República, de reaccionar ante cualquier amenaza a la Constitución, respetuosos acérrimos de la Ley que nos sostiene, y quebrantados en el llanto eterno por la maldición del aborto, con cuya ley pretenden violentamente instaurar, es que nos vimos espoleados a presentar un amparo en la ciudad de Salta, el 13 de marzo pasado. Es el Poder Judicial de la Nación, otro pilar de la Democracia, al que exigimos salga a garantizar la letra y el espíritu de nuestra Constitución.
María del Milagro Lastra Lobo
PLAZA CARLOS AGUILAR
En mi condición de vecina de Yerba Buena, me siento decepcionada por la ineficiente gestión municipal ante los espacios públicos. Vivo frente a la Plaza Carlos Aguilar (ex Rubén Darío) y es notorio el estado de abandono. Durante el verano cortaron el pasto en muy pocas oportunidades lo que hacía imposible transitar con confianza por la supuesta existencia de alimañas. Cuando hicieron este trabajo, lo dejaron incompleto y no recogieron el abundante pasto que se amontonó. A ello se suma la caída de un árbol que permanece sin que nadie haga el intento de llevárselo. En los pocos basureros que se colocaron “florece” la basura con esplendor y no se la retira. En un sector se amontona la “basura verde” que un camión recoge de tanto en tanto, pero como el servicio no es regular, muchos desaprensivos arrojan otra clase de desperdicios y se forma una desagradable montaña. Como si esto fuera poco, los juegos infantiles -de pobre calidad- se encuentran deteriorados y las hamacas rotas; son muchos los chicos que acuden a la plaza e incluso serían necesarios más juegos. Todo presenta un aspecto sucio y deslucido que no se condice con lo de “Ciudad Jardín”. ¿Es mucho pedir que las autoridades municipales cumplan con sus deberes? ¿No hay un área de Espacios Verdes con suficiente personal para ocuparse de estos asuntos? Las plazas son los rostros visibles de la ciudad. Como vecina observo mis obligaciones y más de una vez recojo la basura desperdigada por mi vereda, ya que el descuido en el servicio del recolector es muy grande y los perros se ocupan de desparramarla por todas partes. Creo que los vecinos debemos colaborar. Pero si nuestro municipio no se preocupa por la higiene y cuidado de nuestras plazas, no es un buen ejemplo. No pedimos obras faraónicas ni discursos pomposos, solo hechos concretos por una mejor calidad de vida.
Elena Perilli de Colombres Garmendia
INTERVENCIÓN FEDERAL
La situación de inseguridad que se vive en nuestra provincia es extremadamente grave. Estamos en alerta roja, asesinaron salvajemente a otro efectivo policial, esto es el colmo de los colmos, la justicia está paralizada, ningún funcionario da la cara por los hechos de violencia. Y con tantos crímenes, pasamos a ser la ciudad más desprotegida de la Argentina. Por ello es que necesitamos urgentemente una intervención Federal. Necesitamos la presencia de gendarmes en las calles de Tucumán, para que realicen con controles estrictos y rigurosos al máximo, durante las 24 horas. Es que la delincuencia se apoderó de nuestra sociedad, actuando con amplia libertad; ya no le temen a nada ni a nadie. Mientras nuestros funcionarios están tratando la Reforma Constitucional para las próximas elecciones, los crímenes se agudizan cada día más, expandiendo el miedo en la ciudadanía. Es vergonzoso ver al barco a la deriva, sin capitán, sin timón. ¿Dónde están nuestros derechos democráticos? Somos el del mundo; entonces, sálvense quién pueda. Por eso, entiendo que tenemos que salir a la calle y protestar por nuestra seguridad. La verdad es que Tucumán es tierra de nadie.
Daniel Francisco Leccese