La película se detiene sobre el tiempo agregado del partido con Boca. Nahitan Nández cabecea hacia el centro del área chica de Augusto Batalla. La pelota se desvía en la pierna izquierda de Nery Leyes. El arquero queda a contramano y Walter Bou, ingresado minutos antes, le devuelve el alma el cuerpo al líder de la Superliga; empuja el cuero hacia la zona prometida y sella el 1 a 1.
Boca volvió a la vida en el Monumental y Atlético, que supo cómo anular en parte al mejor equipo de la actualidad del fútbol argentino, por cantidad de puntos en la tabla y por su condición de campeón reinante, vio como su esfuerzo, apuntalado a veces por pésimas decisiones de su rival y por esa infaltable cuota de suerte que se necesita, moría remando antes de llegar a la orilla de los tres puntos.
Se le voló la victoria al “Decano”, pero no el orgullo ni el amor propio. Porque si para algo le servía este duelo, amén de su urgencia por cantar victoria, era para dejar atrás esas pálidas presentaciones en las que apenas hubo retazos de fútbol de sus individualidades. Ayer fue todo lo contrario Atlético. se mostró como un equipo completo, con buenas y malas, pero completo al fin.
Si no empezó perdiendo casi desde el arranque fue porque entre Ramón Ábila y Cristian Pavón regalaron situaciones claras de gol como quien gasta a cuenta el dinero del premio mayor de la lotería sin siquiera haber comprado un boleto. Boca intentó mandar. Lo hizo, pero cuando se dio cuenta de todo lo que había despilfarrado, tropezó. En su segunda chance clara, Javier Toledo hizo justicia. Pésima cobertura defensiva en un tiro libre y gran cabezazo del “Oso”.
Se le pedía contundencia al “Decano” y la tuvo. Se le pedía concentración, ayer le sobró. Se le pedía entendimiento entre sus líneas, ayer lo hubo. Se le pedía imponerse en las paradas bravas y casi lo logra. Fue una linda batalla la que libró Atlético, entendiendo que había que esperar antes de atacar a Boca, y cuidar el cero a cualquier precio.
Hubo muchas pelota al aire, revoleadas cuando las papas quemaban. Y así, con la técnica de un cavernícola puesta en marcha, Atlético fue cortándole la buena onda a Boca, que de a poco se fue quedando sin ideas porque Carlos Tevez debía ser el gestor de éxito, pero lo fue solo para la foto. “Apache” pasó casi inadvertido por Tucumán. Su sello sólo apareció cuando dejó a Abila cara a cara con Batalla, pero el delantero falló.
Cuando el partido ardía, Darío Herrera se equivocó. Arrancó con una falta a Toledo que no sancionó y dejó la sensanción de ser penal. La siguió con otro penal, esta vez no sancionado para Boca. Y la cerró, peor aún, no cobrando un gol lícito de Guillermo Acosta que pudo haber sido el 2-0 parcial. Sancionó una posición adelantada inexistente.
Lo anuló tan rápido Herrera, que no demoró en llegar el empate del “Xeneize”. Lo merecía, sí, pero llegó por una cuestión fortuita, por un rebote direccionado hacia la humanidad de Bou, el salvador del líder de la Superliga, y verdugo de este Atlético que mostró otra cara. Esa que los hinchas quieren ver en todos los partidos.