“Hoy conversé con dos adolescentes del barrio Juan XXIII y les insistí que participen de los talleres que se dictan en el centro Don Bosco. Ellos prometieron su participación. Luego, subí la apuesta y les pedí que traigan mas adolescentes del vecindario para que aprovechen las jornadas de radio, guitarra, computación, entre otras. Me respondieron: ‘nosotros estamos bien, pero en el barrio están todos quemados por la droga. No vamos a encontrar a nadie para que venga’”, relató Germán Díaz.
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El director de esa organización comunitaria de la capital de la provincia, afirmó que la respuesta de los chicos generó en él dolor y muchas preguntas, como cuál será el futuro de la juventud si no paramos este vendaval de violencia, droga y delincuencia. También dijo que esa contestación lo llevó a reflexionar, en particular, sobre el caso Facundo Ferreira, quien murió la semana pasada al recibir un disparo durante una persecución policial.
“Muchos, desde su enojo debido a tantas cosas malas que nos están pasando, a raíz de la inseguridad, salieron a matar a Facundo también con sus opiniones. Piensan en el fondo de su corazón y no lo dicen, pero si lo sienten: ‘uno menos’. Hay gente que ve este hecho como un desenlace natural frente a la vida que llevaba el niño. Están los que se preguntan qué hacía un chico de 12 años a la madrugada arriba de una moto”, manifestó.
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Y continuó: “me duele el niño yacente en el asfalto en una noche cualquiera de una ciudad insegura. Me duele el policía que quizás no hubiera salido a matarlo si no fuera por la presión social, el miedo a ser él mismo una víctima, o quizás un fallido instinto de violencia sin control. Pero también me duele esta sociedad que ve un chico ensangrentado en el asfalto muriéndose y se siente ‘panelista’ para opinar sin conocer, para acusar sin pruebas y esconderse detrás de una computadora o de una taza de café en el bar. Ese grupo de la sociedad es la que no se ocupa y no aporta para mejorar las cosas. Ese grupo de la sociedad opina desde el resentimiento y la hipocresía”.
Facundo y el comedor
Díaz contó que Ferreira asistió durante tres años al comedor Infantil Don Bosco. “Él era un niño tranquilo, callado y entusiasta, sobre todo, en el juego. Un día, por propia iniciativa, dejó de asistir regularmente para hacerlo de vez en cuando. El año pasado apareció una vez, saludó, comió y no volvió más”, añadió. El centro Don Bosco asiste a los niños que se ausentan de los hogares en el barrio Juan XXIII, contó el director.
“Facundo no tenía que hacer nada para que alguien lo mate a tiros en la calle. Facundo no merecía morir por ningún motivo. La vida es sagrada siempre, aún en los peores momentos. Facundo necesitaba una madre y un padre, necesitaba oportunidades, necesitaba que el poder político y judicial en Tucumán de una vez por todas termine con la droga, con el narcotráfico, con el menudeo con los ‘dealers’ que están exterminando a los jóvenes”, finalizó.