MENDOZA.- Boca y River volverán a mantener en vilo al país cuando hoy definan la sexta edición de la Supercopa Argentina en una final que no dará margen para conformismos. Uno de los “Gigantes” que se adueñará del trofeo y la gloria, mientras que el otro se retirará de Mendoza con un punzante dolor en el alma y un futuro lleno de dudas.
El “Xeneize” juega esta final por ser el actual campeón de la Primera y River accedió a esta definición al ser el titular de la Copa Argentina 2017. Si al cabo de los 90 minutos la final culmina igualada, el ganador de la Supercopa, que nunca pudo ser ganada ni por Boca ni por River pese a que ambos totalizan cuatro finales, se definirá con remates desde el punto penal. Más de 1.500 policías participarán del operativo de seguridad.
Hay un mandato “futbolero” que reza que “poco importan los antecedentes y la campaña de cada equipo antes de un clásico” y hay innumerable ejemplos que de así es. Una cifra tiene mayor significado que el exceso de palabras y la misma es el 23, porque esa la cantidad de puntos que separan a Boca (46) de River (23) en una Superliga que se encamina a un casi seguro festejo boquense. Esa diferencia es un hierro candente en el corazón riverplatense. Observar la tabla de posiciones y ver al “Xeneize” como sólido líder y advertir a River en el puesto 18° y lejos de la clasifiación a las copas internacional es una ignominia.
Este River, lleno de dudas fubolísticas, bajos rendimientos y una moral liviana como un copa del algodón, espera esta definición como la posibilidad de salvar este pobrísimo presente, en donde sólo su participación en la Libertadores, le permite emerger de un denso sopor. El triunfo a River no le permitirá salvar el año, pero para Marcelo Gallardo y sus dirigidos esta es la inmejorable chance dar un giro de 360 grados a esta realidad que apenas les permitió gozar de tres victorias en las pasadas 16 fechas de la Superliga.
Por el lado del equipo de La Ribera la final merece como mínimo el calificativo de “incomoda”. En las huestes “xeneizes” todos es felicidad, los nubarrones son esporádicos. Para este Boca, triunfador, opulento, lleno de confianza, con escasas dudas tácticas, más allá de relevantes ausencias, como las de Fernando Gago y Darío Benedetto, este encontronazo con el rival de siempre es como “una piedra en el zapato” y sería una mayúscula mácula en esta victorioso presente.
La derrota en la noche mendocina resultará dura para cualquiera. Será difícil de digerir, el observar como el “enemigo” futbolístico levanta la copa entre los fuegos artificiales, pasará a ser una pesadilla, que puede convertirse en un letal golpe al ciclo de Galllardo como DT riverplatense o la dulce actualidad boquense. Algo es seguro, nada será igual tras el festejo uno u otro. (Télam)