Hace unas semanas, Atlético abrió sus puertas. Quizás sean las de 25 de Mayo 1.351, las de su complejo en Ojo de Agua o las de los vestuarios. De par en par. Sean los portones que sean, por allí entraron todas las desgracias que pueden caber en un equipo. Las buenas noticias no se enteraron de la liberación de molinetes, no. Sólo las desgracias y el 1-3 encajado ayer en Córdoba por Talleres es una prueba más de ello.
De aquí hasta su debut en la Copa Libertadores tiene tiempo para cerrarlas, pero para ello debe saber bien quiénes la abrieron. Porque no es una sola persona, no. Ricardo Zielinski, obligado por el partido con Libertad de Paraguay, finalmente cedió ante la presión y renovó más de medio equipo.
Después de un día de más de 35 grados en la ciudad de Córdoba, la brisa se hizo presente en el estadio “Mario Kempes”, al menos por un tiempo.
Los siete cambios que hizo el entrenador respecto de la derrota con Defensa y Justicia, trajeron una bocanada de aire fresco al infierno cordobés y al agitado momento que trae el “Decano”. A no confundirse: no fue un gran partido de Atlético ese de la primera hora y monedas, donde tuvo su ventaja. Talleres lo superó en la mayor parte y, entre Augusto Batalla y la impericia de los delanteros de la “T”, impedían la victoria del local momentáneamente.
Pero ese inicio de partido con los “nuevos jugadores” fue prometedor: Gabriel Risso Patrón, Alejandro Melo, Hernán Hechalar e incluso Leandro Díaz, que esperó más de un mes para volver a jugar con Atlético. En realidad, varios de ellos esperaron su oportunidad y para el “Ruso” ayer era su momento. Temprano o tarde, salían a jugar en este 2018.
A pesar de las buenas apariciones de los “nuevos”, fue el “viejo” Rodrigo Aliendro el que confirmó el buen comienzo: después de lo que intentó ser una jugada preparada, el volante remató y luego de que a pelota diera en Santiago Silva, se metió en el ángulo.
Curioso fue que el delantero terminaría de empujar la pelota al gol en dos de los goles del partido. Aunque para el segundo, todavía faltaba.
Faltaba que entren más desgracias y no necesariamente la analogía se refiere a la pelota en el arco de Batalla, todo lo contrario. Las desgracias entraban al mundo “decano” y la pelota tenía el acceso denegado al arco de Guido Herrera.
Atlético tuvo chances clarísimas para ponerse 2-0 (Leandro Díaz por arriba y desviado, en ambos tiempos), 2-1 (tras el córner) y 2-2, (Ismael Blanco no pudo conectar), pero no. Ninguna de esas chances se convirtieron en gol y así le fue. Con su falta de efectividad, los umbrales para las desgracias seguían abiertos de par en par.
La imagen final del partido fue potente: dos jugadores de Atlético golpeados y tendidos en el área luego de perderse el 2-2, vieron desde ahí el 3-1. Una desgracia más hacía su ingreso.
Francisco Grahl había abierto otra puerta, por si la principal no era suficiente, con su expulsión.
Aún con “suplentes”, Atlético mejoró tomando como parámetro sus últimos partidos de local, pero no fue suficiente. Las malas noticias siguen entrando y alguien tiene que cerrar la puerta.