Hace dos años, cuando la investigadora Virginia Albarracín dictó un taller en Tucumán para indagar sobre “El rol del científico en la sociedad” les dio a sus alumnos la consigna de retratar la imagen mental que tenían de un científico. El estereotipo que se repitió en el 95% de los dibujos -provenientes de un centenar de investigadores y estudiantes- era el de un hombre con delantal, en un aula o laboratorio, con anteojos y algo despeinado, rodeado de libros, frascos y probetas.
“Muchas conclusiones pudimos sacar de ahí. En el imaginario, la mujer de ciencia está invisibilizada. Y, a todos luces, ese imaginario es coincidente con la realidad”, asegura Virginia, de 39 años, licenciada en Ciencias Biológicas, doctora en Bioquímica e investigadora del Conicet. Fue becada varias veces en el exterior por sus trabajos de microbiología. Dirige el Centro Integral de Microscopía Electrónica (CIME). Además, está en el programa Ciencia con M (de mujer).
A propósito del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia (que se celebró el domingo), Albarracín aporta datos de un trabajo realiza sobre el tema. La Argentina es uno de los países de Latinoamérica con el mayor porcentaje de mujeres en la ciencia. Representan el 52% del total de los investigadores y el 60% del total de los becarios del Conicet. En Tucumán, la cifra es aún más alta: 67%. A primera vista, los números parecen alentadores. Sin embargo, sólo un 25% de los investigadores superiores es mujer. En nuestra provincia, el 10%.
¿Por qué si ingresan más mujeres son tan pocas las que llegan a los escalones más altos?
Ellas se pierden a lo largo de la carrera científica por varias razones, analiza Albarracín. “Faltan políticas que beneficien a la mujer en la ciencia. También tiene que ver el contexto social; concretamente el rol que tiene en el hogar. Muchas veces, ellas cuentan con menos oportunidades que los hombres para desarrollar su carrera profesional ya que están a cargo del cuidado de los hijos y deben dividir su tiempo. Da la casualidad que los años más productivos en el ámbito científico coinciden con los más reproductivos de la mujer, explica la investigadora, que tiene un niño de tres años. Asegura que la maternidad no fue un obstáculo para su carrera, aunque todo lo hizo con mucho sacrificio.
“Una buena política sería que las investigadoras que son madres cuenten con un plazo mayor que el actual para presentar sus informes anuales y con subsidios especiales para la movilidad (asistencia a eventos científicos)”, apunta.
Albarracín sostiene que persisten muchos prejuicios que alejan a la mujer de la ciencia. Hay un proceso que empieza en la infancia y se gesta en familias, escuelas, medios e imaginario social, por el que las mujeres servirían para ciertas cosas y los varones para otras. Esos estereotipos permean los intereses y la autovaloración desde la niñez.
“Falta visibilizar modelos de científicas. No se difunden ejemplos de mujeres que hayan hecho cosas importantes. Todo eso va condicionando. Hay estudios que muestran cómo las mujeres se consideran menos hábiles para determinadas profesiones. En las carreras de informática, por ejemplo, hay muy pocas alumnas -describe-. Hay que acercar referentes a las niñas, llevando testimonios de mujeres científicas a las aulas”.
Si bien celebra que cada vez más mujeres se interesen en la ciencia, dice que si no hay políticas fuertes para apoyar a las científicas pasarán unos 100 años para que ellas lleguen a ocupar el 50% de los cargos jerárquicos. “Eso es mucho tiempo... no podemos esperar tanto, porque la sociedad se está perdiendo una mirada necesaria y distinta”, concluye.
Elisa Colombo, directora del Conicet en la provincia, dice que la institución en los últimos años ha favorecido la igualdad de oportunidades en el desarrollo de las carreras. “Tenemos cada vez más mujeres científicas e investigadoras, aunque es cierto que a medida que se asciende en escalas de poder o jerarquía va disminuyendo la cantidad de mujeres. Esto ocurre principalmente porque muchas mujeres deben dividir su tiempo entre la carrera y el cuidado de sus hijos. La mujer corre con desventaja porque sigue teniendo mayor responsabilidad en el hogar. No obstante, eso está cambiando de a poco; en las nuevas generaciones están más repartidas las cargas del hogar”, argumenta.
Destacó que en Tucumán muchos institutos de investigación están dirigidos por mujeres. “Tenemos científicas capaces y reconocidas”, añade.
¿Por qué la ciencia necesita de las mujeres? le consultamos. “Cuando una mujer investiga va para adelante, rompe moldes, se entrega con mucha pasión y siempre está pensando en los demás, en hacer algo al servicio del otro... es como una necesidad que tiene y que es fundamental para la sociedad”.