Una pésima higiene en lossanitarios de uso público

Una pésima higiene en lossanitarios de uso público

En varias oportunidades, esta columna ha llamado la atención sobre el defectuoso estado de la mayor parte de las instalaciones sanitarias de los cafés, bares, casas de comida y otros locales públicos de nuestra ciudad. Se trata de una cuestión que tiene muy seria incidencia en la salubridad pública, y que por tanto merecería, de parte de las autoridades pertinentes, una atención mucho mayor que la que se le ha dedicado hasta hoy.

A pesar de eso, nuestras puntualizaciones han tenido escaso y más bien nulo efecto. Cualquiera puede comprobar que, en la mayoría de esos ámbitos, las instalaciones sanitarias suelen ofrecer un espectáculo repugnante de desaseo. Baños con sus artefactos rotos, los pisos inundados, sin luz y sin ventilación adecuada, puertas que no cierran, etcétera, dan la impresión de que nadie los atiende ni los limpia. En muchas ocasiones, comparten su función de baño con la de depósito. Ni qué decir que las ordenanzas municipales respecto a la provisión de jabón líquido o de papel, solamente se cumplen en casos excepcionales.

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Lo curioso es que semejante cuadro está generalizado, y se aprecia tanto en locales de baja categoría, como en los que están ubicados en pleno centro, costosamente instalados y con pretensiones de una atención de calidad. Esa calidad se interrumpe bruscamente en el sector de los sanitarios, que configuran auténticas pocilgas malolientes.

El cuadro se reitera en otros espacios públicos. Por ejemplo la Estación Terminal de ómnibus, ámbito que, por el hecho de estar colmado siempre de gente, debiera prestar una especial atención a sus baños. Los de la Casa de Gobierno que utiliza el público están igualmente descuidados, y lo propio cabe decir de los de cualquiera oficina del Estado.

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No deja de llamar la atención que la mayoría de los bares y restaurantes, exhiban adherida a la pared, cerca de la caja, una constancia -con membretes, firmas y sellos- de haberse realizado la respectiva inspección sanitaria, sin novedad.

Esto parecería indicar, como resulta obvio, o que la inspección no se lleva a cabo, o que su encargado, por la razón que fuere, miró al costado a la hora de verificar la situación de los baños.

Resulta innecesario ponderar lo graves que son estas infracciones a la salubridad pública. Una instalación sanitaria en malas condiciones es un potente foco de infección, y el poder público no puede permitir que tal estado de suciedad no solamente exista, sino que constituya algo generalizado, que no muestra perspectivas de ser corregido, a pesar de las normas bien conocidas por todos que existen a ese respecto.

Nos parece que hoy que tanto se insiste en la necesidad de la higiene -propiciando políticas como la de “basurales cero”- no es posible continuar cerrando los ojos frente a cuadros de insalubridad tan notorios y tan abundantes. Las autoridades responsables debieran encarar una intensa campaña para terminar con semejantes situaciones.

Hablamos de realizar una muy frecuente y minuciosa inspección de los sanitarios, en todos los lugares frecuentados por el público. Inspecciones donde se labren las actas de infracción correspondientes y se apliquen fuertes multas a sus propietarios descuidados, llegando hasta la clausura del local por incumplimiento. Sólo de esa manera podrá modificarse una antihigiene generalizada, que es a todas luces inadmisible, en una ciudad con la importancia de la nuestra.

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