La falta de educación, la violencia, la indolencia, el desprecio por lo que es de todos son ingredientes del vandalismo, es decir esa destrucción y devastación que no se atiene a ninguna consideración ni respeto. Todo tipo de mobiliario público es blanco de la acción de estos inadaptados sociales y ello sucede con cierta frecuencia en Tucumán.
Hace unos días, fue dañado el Cristo del oratorio San Miguel Arcángel, ubicado en el parque 9 de Julio. La figura religiosa está compuesta por una cruz de cemento, que sirve como base para una silueta de metal, que representa a Jesucristo; parte de esa pieza fue arrancada; el resto quedó colgando. Vecinos de la zona y personas que asisten habitualmente al parque para hacer ejercicios, dijeron que durante los fines de semana, sobre todo en la madrugada, los ataques contra las estatuas, bancos y la pista de salud son habituales. Afirmaron que en el lugar, durante la noche se junta gente a consumir alcohol y drogas.
En octubre pasado, informamos que la cartelería del viaducto El Saladillo fue vandalizada. Recordamos en la oportunidad que en 2009 la Provincia había invertido en merenderos y cartelería en el viaducto, sitio que había sido declarado Monumento Nacional nueve años antes, y que convoca a familias y deportistas todos los fines de semana. En julio de 2016 se renovó la cartelería, y se agregaron paneles explicativos sobre la historia de la obra de ingeniería, levantada en ladrillo a la vista a fines del siglo XIX. En junio pasado circularon fotos en las redes sociales, que mostraban parte de esa cartelería en el suelo, destruida, de los basureros que habían sido tomados como blancos de tiro. Menos de cuatro meses después, inadaptados volvieron a destruir los carteles, y no conformes con ello, rompieron uno de los merenderos.
También en junio de 2017 se restauró la gran fuente luminosa del parque 9 de Julio, que hacía una década no funcionaba a causa del abandono municipal y del vandalismo. Se la enrejó para protegerla de los inadaptados. Un funcionario dijo en la ocasión que los actos vandálicos eran constantes. “Roban los picos de bronce y hasta los motores, que están bajo tierra, a dos metros de profundidad”, señaló. Se informó que para poner en funcionamiento las fuentes del parque habían tenido que reparar bombas y motores, comprar equipos nuevos y reemplazar los sistemas eléctricos.
Una buena parte de los tucumanos carece de identidad o de un sentido de pertenencia, y no asumen que los bienes sociales son de todos y, en consecuencia, debemos cuidarlos. La falta de educación cívica es más que preocupante. No se trata sólo de reparar en forma permanente lo destruido -lo cual es una obligación del Estado- sino de lograr una Justicia más ágil, de manera que las sanciones a los inadaptados se concreten y de profundizar en la educación la instrucción cívica. Por ejemplo, para comenzar, una vez al mes, se podría llevar a los alumnos de una escuela a la plaza del barrio para que elaboren un registro sobre el estado de los árboles, de las plantas, de los bancos, de la caminería, de los juegos, del parquizado, de las estatuas. Otro día, con el asesoramiento municipal, se podría incentivar a los mismos chicos -acompañados por los padres- a reparar lo que está deteriorado. Tal vez así, padres e hijos tomarían conciencia de la necesidad de cuidar lo que es de todos. La educación es el punto de partida para generar cualquier transformación en una sociedad. A mayor cultura, menos vandalismo.