La ciudad de Concepción se inundó de un silencio triste en la despedida de Natalia
“La sonrisa, el amor y energía que ponías en todas las cosas de la vida, quedan como ejemplo para quienes hemos tenido la fortuna de conocerte”, dijo un amigo El sacerdote de Fátima solicitó que se esclarezcan los hechos para que no se vuelvan a repetir accidentes en vuelos de parapente.
Tristeza y dolor sin límites. Llantos y abrazos de consuelo. El calor bravo que golpeó sin piedad se sumó a las lágrimas. Así, en medio de éste clima cargado de angustia, se vivió ayer en la Iglesia Nuestra Señora de Fátima de Concepción, la despedida de Natalia Vargas, de 28 años.
La médica, que realizaba su residencia profesional en Alemania y que había llegado de vacaciones el viernes anterior junto a una amiga, murió el viernes tras caer mientras volaba en un parapente en Loma Bola, en el cerro San Javier.
Sus restos fueron cremados y la urna con sus cenizas fue llevada a Las Estancias (Catamarca), en donde sus padres tienen una casa de veraneo. Ahí, en medio de los cerros y un clima bondadoso, Natalia disfrutó de su niñez y adolescencia.
“Ella seguramente se elevó para estar con nuestro Señor Jesús y aquí, entre nosotros, ha quedado el recuerdo y el amor que supo entregar a todos sus seres queridos. Natalia seguirá viva en el recuerdo de todos”, dijo el sacerdote Jorge Díaz durante el responso de despedida de la joven. La urna se instaló frente al altar y de cara a los banquillos en donde permanecían sus padres, el ingeniero Juan José Vargas, ex edil republicano, y su esposa María Emilia Avila, presidenta del Rotary Club Concepción. La iglesia estuvo colmada de parientes, vecinos y amigos de la joven.
Jorge Santamarina, quien vive a la par de los Vargas, en el barrio Haimes, habló ante los restos de Natalia para despedirla en nombre del vecindario. “La sonrisa, el amor y energía que ponías en todas las cosas de la vida quedan como ejemplo para quienes hemos tenido la fortuna de conocerte. Y tu vida terrenal se apagó cuando comenzabas a curar, a apaciguar dolores. Seguramente en el cielo seguirás con esa virtud que te bendijo la vida” expresó.
Y por un raro designio de la fatalidad, Natalia era despedida el mismo día en que, hace unos 35 años moría en Las Estancias su abuelo paterno durante un accidente que sufrió mientras limpiaba el techo de su casa.
El sacerdote, al culminar el oficio religioso se mostró conmovido con el dolor inmenso que desató la muerte de Natalia no sólo entre los parientes, sino entre una gran cantidad de amigos y allegados. En una conversación con LA GACETA hizo alusión a la circunstancia de su deceso: “queda esperar que lo ocurrido sea esclarecido para evitar otros hechos similares. La muerte de ésta joven que, según me dicen tenía experiencia en volar, revela la importancia que tiene que nada se oculte” advirtió.
En la ciudad no hubo encuentros en los que la tragedia de Natalia acaparara los comentarios. La incredulidad sobre la versión acerca de la circunstancia del accidente fue el denominador común en las opiniones de la gente. La muerte de Natalia golpeó fuerte porque era muy conocida y querida, a pesar de que desde hace un tiempo permanecía en Alemania.
Ayer, en su adiós, el dolor estalló e inundó de silencio la ciudad.