Si el viernes por la tarde la imagen le resultaba algo confusa a los vecinos del centro de Mendoza, ayer fue tan familiar que hasta fue adoptada como propia. River tendrá su mayor sucursal de simpatizantes fuera de Buenos Aires acá, pero Atlético también, y por miles de cuerpos de distancia.
Sucedió lo que se llama “amor a primera vista” y también “relación de conveniencia”. Negocios.
“Atlético no está solo, vamos a hinchar por ustedes”, decía un vecino con domicilio en la peatonal Sarmiento, rendido ante el despliegue pasional de los tucumanos, esos tucumanos vestidos de celeste y blanco, de azul, en algunos casos, siempre alegres y rimbombantes.
Cada canción referida al “Decano” era un pase libre a la imaginación de quienes deseaban integrarse a una fiesta ajena, pero propia, porque Atlético y River no son de Mendoza, pero Mendoza les abrió las puertas de su casa.
“Yo soy de Boca, estoy con los ‘Decanos’; no importa el resultado”, Alberto, el tachero que supo perpetrar el crimen perfecto hacia su cliente (poco cambio en la billetera, lo que resulta vuelto de seis pesos a su favor), habló por los “Xeneizes” que también ocupan su gran porción en la “Tierra del Buen Vino”. “Boca estuvo y está con el ‘Decano’”, corrigió Luis, a la hora de la selección de gustos, previo a una final empapada de pronósticos reservados.
Algunos, en “otra”
Créase o no, con alrededor de 30.000 fanáticos recorriendo la ciudad, entre “decanos” y “millonarios”, hubo quienes ni se enteraron de que Mendoza era sede de la gran final de la Copa Argentina. Y la referencia no es para Doña Rosa ni para la abuela que barre la vereda de casa religiosamente a primera hora de la mañana todos los días. Hinchas propios de Godoy Cruz se fueron ya de vacaciones con su equipo y colgaron el calendario de actividades futbolístico. Los de Independiente Rivadavia, en tanto, se concentraron en la visita de ayer a Aldosivi, en Mar del Plata. Nada de fútbol de Primera, fútbol de ascenso pedían ellos, inalterados ante tanta tonada extraña, porque la tucumana se sintió fuerte, tanto o más que una melodía porteña.
Y si la mañana perdió peso, el mediodía también, hasta toparse con las 19.15. Mendoza volvía a la normalidad en sus calles. El clima de final, el clima de fiesta se trasladó al “Malvinas Argentinas”. Allí, dividido en partes iguales, hubo guerra de mundos, choques de estilos; ambos en busca del título más resonante para esta época del año.