Atlético le ganó a Colón justo antes de la final contra River y viaja con confianza a Mendoza
La temperatura era casi la misma. Cerca de los 25 grados y con la pesadez típica de un día de verano o uno de primavera. Las vacaciones estaban cerca en ambos partidos: en el de aquel 31 de enero, acababan de terminar para la mayoría. Ahora, en cuestión de días, muchos tendrán licencia. Ese duelo contra El Nacional de Ecuador, el primero del año para Atlético, tiene estas semejanzas con el que ayer le ganó a Colón (el penúltimo de 2017) pero hay una diferencia inocultable: los 45 partidos que se jugaron en el medio hacen de este equipo, uno con mucha más confianza para enfrentar una final histórica, el próximo sábado.
Quizás en el juego de la comparación nombre por nombre, ese equipo que dirigía Pablo Lavallén sea superior a este que mandó a la cancha Ricardo Zielinski pero no con más experiencia. Ese equipo estaba repleto de ilusión pero aún no sabía que estaba comenzando un año histórico.
El 11 de ayer -el mejor que tenía a la mano el “Ruso”- sabe todo lo que logró, de lo que es capaz y que los imposibles se redujeron a una lista vacía.
Un ejemplo claro entre un momento y otro es el de David Barbona. Ayer se retiró reemplazado con una ovación que en varios sectores de la platea fue de pie (en la popular la mayoría ve el partido parado). El volante había llegado al primer partido de la Copa Libertadores muy cuestionado tras un semestre en bajo nivel.
Ayer, como es costumbre en este 2017, se asoció con Rodrigo Aliendro, por momentos con Favio Álvarez (no fue su mejor partido) y Luis Rodríguez. Justamente desde la derecha lo asistió para que el “Pulguita”, con paciencia y regate, convirtiera un golazo, el primero del partido.
Fue el gol que encaminó un encuentro marcado por la cantidad de golpes que se dispensaron ambos equipos. La brutal patada de Tomás Chancalay a Guillermo Acosta no solo le dejó una venda en la cabeza al jugador de Atlético sino que además marcó el ritmo de las acciones que le siguieron.
A partir del gol, Atlético mejoró aún más su nivel y lo mantuvo hasta el final. Hasta ese gol del “Bebé” -la figura del partido- que tranquilizó al público y lo llenó de confianza para el sábado.
Mucho más al plantel y al cuerpo técnico que venía apagado tras cuatro partidos sin triunfos y más de 300 minutos sin goles.
A Mendoza, no solo viajará este equipo renovado luego de la pequeña mala racha sino uno que maduró todo lo que tenía que madurar en un año para tener madera de campeón. Ahora, antes de las vacaciones, tiene la histórica chance de serlo. Y sabe que ningún obstáculo es insuperable.