Hasta ahora los denominados “curas villeros” trabajaban en las villas de Tucumán sin ninguna organicidad. No había llamadas explícitas a participar, sino que cada sacerdote se unía en forma libre a un ámbito de encuentro entre los que querían trabajar por los más pobres, en las realidades más difíciles de la provincia. Se reunían todos los meses. Ahora el arzobispo Carlos Sánchez está organizando el Equipo Arquidiocesano de Pastoral de Adicciones. Estará conformado por sacerdotes, religiosas y laicos.
“Se va conformando con todas las actividades que ya veníamos realizando, pero ahora lo haremos en forma orgánica. Ya tuvimos varias reuniones, adonde van los referentes de los cinco hogares de Cristo, de los grupos Esperanza Viva y de la Fazenda de la Esperanza, para trabajar orgánicamente”, anticipó a LA GACETA el arzobispo.
Monseñor Sánchez dialogó con LA GACETA luego del encuentro con el padre “Pepe” Di Paola en la casa parroquial de San Francisco Solano, de Banda del Río Salí. “En estos días de preparación para la jornada del pobre, el Señor nos mandó al padre Pepe, que aprovechó su visita para reunirse con los curas de la Pastoral de Adicciones”, contó.
Se capacitan
En la arquidiócesis de Tucumán trabajan entre 15 y 17 de estos sacerdotes. Muchos de ellos han viajado a Buenos Aires para aprender sobre los distintos dispositivos que tienen los curas en las villas porteñas, con una trayectoria de 50 años. Al mismo tiempo monseñor Sánchez comentó que se están promoviendo encuentros del NOA de las Pastorales de las Adicciones de las distintas diócesis.
A la vez, la Comisión Nacional de Pastoral de Adicciones convoca dos veces al año a encuentros para intercambiar experiencias. Desde el nuevo Equipo de Pastoral de las Adicciones se promocionarán encuentros nacionales y regionales para compartir estrategias y vivencias.
“A pesar de los años que venimos trabajando en esto, recién se va conformando orgánicamente la pastoral”, comentó uno de los sacerdotes que asistió a la reunión.
No es para cualquiera
La decisión de trabajar en las villas es muy personal. “No todos tienen la misma sensibilidad ni se sienten llamados a realizar este tipo de trabajo. No sólo estamos hablando de sacerdotes sino también de laicos. Hay personas que no se sienten capaces y eso es comprensible”, aclaró monseñor Sánchez. De todos modos, todos pueden ayudar de alguna manera, aunque no sea en el terreno. Pueden acercarse a las parroquias, a Cáritas y a los hogares de Cristo para ofrecer dinero, tiempo u oficios.