El don de los titiriteros

El don de los titiriteros

La magia de los muñecos no es sólo para los chicos.

09 Mayo 2004
Por Gustavo Martinelli

Jorge Luis Borges aseguraba que nacer con algún don es lo único verdaderamente misterioso. Hay gente que lo posee todo y a la que, sin embargo, le falta algo, le falta un don. Los titiriteros nacen con un don: poseen dos voces. Podría decirse que hay en ellos un mellizo fracasado. Que están destinados a llevar toda la vida la voz de alguien que ha muerto al nacer ellos y que renace cada vez que un muñeco sale a escena. Tal vez por eso, el teatro de títeres sea una modalidad artística tan ligada a la fantasía y que tiene en los niños su público más entusiasta. Esto quedó demostrado esta semana, cuando Tucumán se pobló de titiriteros ansiosos de mostrar esa lucha por hacer de los muñecos, humanos y, del público, el cómplice perfecto que llena de vida a esos objetos movidos por cuerdas y alambres. Pero, si algo quedó en claro durante este 2° Encuentro "Ojo al Títere" (que será clausurado hoy con un espectáculo de muñecos gigantes frente al Parque 9 de Julio) es precisamente que esa magia no es sólo para los chicos.
En su libro "Las leyes", Platón hace referencia a los títeres como una metáfora del ser humano, cuyas pasiones compara con los hilos que mueven una marioneta creada por los dioses. El filósofo afirma que el buen sentido y el deber se deben conducir por el hilo de oro de la razón y de la ley, a fin de resistir el desordenado impulso de los hilos de hierro de las pasiones y los vicios. Como se ve, la conclusión es eminentemente política. También el emperador moralista Marco Aurelio recurre a la metáfora de la marioneta cuando habla del alma tiranizada por las pasiones y sacudida violentamente como los hilos que sacuden a un títere. En una provincia demasiado olvidada por las autoridades, el fantástico accionar de los títeres está lejos de ser un mero entretenimiento. Por el contrario, los muñecos son el espejo de una realidad que duele y pone de manifiesto la carencia que existe en materia cultural. Y, si bien este encuentro se desarrolló en un marco de fiesta y contó con el apoyo de una buena parte de las autoridades, hay que reconocer que los titiriteros tucumanos están abandonados a la más triste de las soledades.
Mientras en las sociedades más desarrolladas que la nuestra se invierte un mayor presupuesto en educación y en cultura para no quedar fuera del progreso, las autoridades tucumanas se debaten en problemas gremiales, en los pobres salarios de los maestros y en la ausencia de programas culturales concretos. De hecho, la Escuela de Títeres, que depende de la provincia y tiene casi medio siglo de existencia, aún no consigue funcionar en un lugar propio. No sólo desarrolla sus actividades en un aula prestada, sino que los docentes deben luchar contra la falta de presupuesto y el desprecio de los funcionarios que siguen considerando los títeres como un arte menor, sólo destinado a los más chicos. La escuela, de hecho, posee un local en Junín y Corrientes, pero no está en condiciones de funcionar.

Secretos milenarios
Aun así, los alumnos de la Escuela realizaron un impecable espectáculo en el Centro Cultural de la UNT que dejó boquiabiertos a los demás elencos invitados provenientes de provincias con gran tradición en este arte como Córdoba, Buenos Aires y Mendoza. El encuentro, que incluyó debates y talleres, convocó a una gran cantidad de público ansioso por desentrañar los secretos milenarios de los títeres. Muchos teatristas dejaron en claro que estos objetos de trapo, se cargan de las emociones, los deseos y las frustraciones del público. Al igual que las estatuas de las tumbas egipcias destinadas a guardar el alma del muerto y, por lo tanto, a asegurarle la inmortalidad. Sólo por eso, si frente al poder fascinante y mágico del títere no hay recursos, los muñecos tucumanos resisten. Y, si los inundan de otras magias como el cine, la televisión o los videos, sacará desde el fondo del diluvio su nariz de madera y su cuerpo de antigua artesanía, y empezará a reírse de él mismo y de la gente para salvar a la provincia de la solemnidad y de la pobreza de planes y divisas. Para demostrar que lo que lo que se tiene a veces es un tesoro que pasa inadvertido, como los dones que permanecen escondidos.

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