Tras un calvario de 15 meses, Ballini volvió a entrenarse

Tras un calvario de 15 meses, Ballini volvió a entrenarse

REENCUENTRO. Ballini volvió a pisar un campo de juego tras más de siete meses. la gaceta / foto de Antonio Ferroni REENCUENTRO. Ballini volvió a pisar un campo de juego tras más de siete meses. la gaceta / foto de Antonio Ferroni
01 Noviembre 2017

En pleno Halloween y mientras el miedo era el protagonista de los festejos, para Matías Ballini llegó el alivio. “Estoy volviendo de una pesadilla”, le contó ayer a LG Deportiva tras entrenarse con Atlético por primera vez luego de sufrir la segunda rotura de ligamentos prácticamente seguidas.

Esa pesadilla empezó el 7 de agosto de 2016 cuando en un clásico amistoso con San Martín, el volante sufrió la primera, cuya recuperación le demandó siete meses y tres semanas, bien contadas por él.

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Una vez dado de alta, el 21 de marzo reapareció en las canchas para jugar un partido de Reserva entre Atlético y Aldosivi. Allí mismo, y después de otra jugada desafortunada, empezaba su propio Día de Brujas: nuevamente se rompió los ligamentos.

“El momento en el que me lo dijeron fue lo más difícil. Entré en shock, estaba ciego”, confesó. Inmediatamente después de recibida la noticia, Ballini le pidió a Jorgelina Prieto, su novia, que le saque un pasaje de colectivo hacia Campana, su ciudad natal.

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“‘Fer’ (por Fernando) Evangelista me llevó a la terminal ese día. Yo seguía en shock, no tenía noción de lo que hacía”, relata sobre ese fatídico 22 de marzo, día en el que le comunicaron la noticia.

“¿Viste cuando un asesino dice que cuando cometió el crimen estaba shockeado y no sabía lo que hacía? Bueno, así. Cuando tomé conciencia ya estaba en Campana con mi familia”, agrega Ballini que había abandonado Tucumán sin nada encima y de manera intempestiva.

Adelante lo esperaba una recuperación de siete meses y 10 días, que también tiene muy bien contados y que completarían 15 dolorosos meses entre ambos parates.

Una vez que recobró la conciencia, Ballini buscó a Jorge Batista, el mejor médico que podía operarle la rodilla y al mejor preparador físico para recuperarla, Juan Manuel Justet, dos baluartes de su recuperación física. La psíquica era la que preocupaba, sin embargo.

En estos meses, Ballini probó con varias terapias. Empezó con el reiki, un tratamiento alternativo basado en la energía que pueden brindar las manos. Siguió con la biodescodificación, otra forma de medicina alternativa que consiste en encontrar el origen emocional de una enfermedad.

Le siguieron el coaching ontológico y el clásico psicoanálisis. “Hice de todo, estaba muerto, pero no seguí con nadie”, admite.

Al lado suyo, en cada visita al médico de turno, estaba su novia, su familia, principalmente papá Miguel, mamá Marta Casanova, sus hermanos Cristian y Romina y Diego Galetti, su amigo de toda la vida.

Ellos desde Campana; su pareja en Buenos Aires; el mismo club desde Tucumán que aún con el contrato vencido cumplió siempre con el jugador y el propio Ballini en el centro de rehabilitación Fisiosport volviendo a poner en forma la rodilla, lograron lo que sucedió ayer en el complejo de Ojo de Agua: que vuelva a pisar un campo de juego.

“Fueron las mejores emociones, mucha buena vibra de todos mis compañeros y de volver a estar en una cancha de fútbol”, admite.

“Obviamente tengo que agarrar ritmo con la pelota y con el resto del equipo. Con el tiempo que parás, eso lo perdés pero poco a poco lo iré ganando”, explicó tras sus primeros toques.

Su regreso a los entrenamientos junto con sus compañeros, coincide con una serie de dos partidos contra Rosario Central, el club donde explotó como jugador. “Nos veo bien puertas para adentro a nosotros y creo que Central no viene haciendo pie en sus partidos. Arrastra una presión extra que le conviene a Atlético”, analizó.

Sea con victoria o derrota, nada se equiparará a la satisfacción de haber vuelto a entrenar o al derrumbe que significó la doble lesión. Por suerte, la pesadilla ha terminado.

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