Desaparece el billete de dos pesos

Desaparece el billete de dos pesos

30 Octubre 2017

Víctor J. Chocobar - Abogado, numismático

Hijo de la convertibilidad, el billete de dos pesos sustituía a 20.000 australes desaparecidos en 1992, y se convertían a dos dólares, aun cuando su poder adquisitivo, a valores relativos actuales, era mucho mayor. Hoy se necesitan $ 70 para adquirir lo que entonces se compraba con un billete de dos. Su partida de nacimiento fue el decreto 2.128 del 10 de octubre de 1991, que lleva las rúbricas de Menem y de Cavallo. El papel es de 83 g/m2 en pasta de algodón, 100% adquirido a la firma brasileña Arjo-Wiggins. De mediana calidad, se suponía un billete equivalente en su nacimiento a dos dólares.

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Encargada la grabación de la plancha calcográfica por la Casa de Moneda al grabador italiano de fama mundial Trento Cionini, “il maestro della banconota” (diseñador también del Pellegrini de 10.000 australes y un peso, y el actual de Roca, de 100), se emitieron dos series y casi media entre 1992 y 1997, cuando su diseño fue reformado. Aunque siempre tuvo a Bartolomé Mitre en el anverso y al museo que lleva su nombre en el reverso, en colores azul/celeste. 246.115.000 ejemplares alcanzaban para satisfacer en cinco años la demanda del público.

A la fecha, luego de suprimirse la leyenda “convertibles de curso legal” en 2002, se llevan tiradas unas 16 series (tres del primer diseño y 13 del segundo), la última es de 2014, con un total de casi 1.600 millones de billetes; muy poco, comparado con la fiebre del anterior gobierno de imprimir el billete de 100, que lleva emitidas 71 series. Aún así, el billete de dos pesos fue -después del de 100- el más emitido desde la convertibilidad.

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El viejo billete de dos pesos, que saldrá de circulación en menos de cinco meses -según se anunció- y será reemplazado por una nueva emisión de monedas del mismo valor, soportó una depreciación monetaria del 3.490% entre su salida a la calle, el 6/1/1992, y la actualidad. Convivió con el billete de un peso, que paradójicamente nunca fue retirado del curso legal, y monedas de igual denominación. La primera de ellas, acuñada en 1994 en ocasión de la Convención Constituyente. Le siguió la de la efigie de Jorge Luis Borges en 1999 y otras, que sería largo enumerar aquí. Todas de emisiones muy cortas no llegaron a reemplazar en los hechos al tan ajado billete. Sin embargo, circulan -a septiembre de 2017- 567 millones de monedas de dos pesos, más las que saldrán al público cuando el billete, a más tardar en marzo, sea sacado de circulación.

Entre las series “A” y “C” del primer diseño y las “A” a la “M” del segundo, pasaron como firmantes del billete (primero en su anverso y luego en el reverso) siete presidentes del Banco Central: Roque Fernández, Pedro Pou, Roque Maccarone, Aldo Pignanelli, Alfonso Prat Gay, Martín Redrado y Mercedes Marcó del Pont, la primera mujer en firmar un billete argentino. No llegaron a suscribir ninguno Vanoli, Fábregas y Sturzenegger.

Desde que se impuso la norma que el presidente de la Cámara de Diputados secundara al firmante, lo hicieron Pierri, Pascual, Camaño, Balestrini, Fellner y Domínguez. Así, la historia política del país de los últimos 25 años aparece reflejada en el papel moneda que nos deja. Como dato curioso, algunos ejemplares de billetes de dos pesos, en combinaciones de serie, firmas y filigranas muy escasos, tienen un valor incalculable en el mercado numismático, pese a que pueda parecer “un billetito insignificante”.

Sacar de circulación un billete supone para el Banco Central una ganancia: en su pasivo monetario dejaron de tener su valor inicial, muchos billetes ya no existen, se rompieron en el uso, no se canjearon al deteriorarse y buena cantidad (se calcula unos 400 millones de ejemplares) no aparecerán nunca más. Se los devoró la inflación, sus tenedores ni siquiera se tomarán la molestia de cambiarlos por monedas y los muy pocos que permanecen en excelente estado pasarán a integrar el tesoro histórico de quienes los estudiamos y coleccionamos para las futuras generaciones.

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