En el último año y medio se movieron varias veces las fichas del plantel policial que investiga los delitos complejos en Tucumán. La semana pasada el comisario general Adrián Álvarez se convirtió en el tercer director de la Dirección General de Investigaciones en ese plazo. Y por supuesto, como suele ocurrir, ya ordenó cambios en las jefaturas de las divisiones.
En abril del año pasado fue designado Luis Bacas, ex jefe del 911. Su jefatura estuvo tan marcada por la reserva que su nombre sólo trascendió cuando el legislador porteño Gustavo Vera quiso acusarlo por la muerte de Juan Viroche, hipótesis que fue desestimada de plano por la Justicia, por falta de pruebas que sostuvieran semejante denuncia. Sin embargo, su llegada sí causó un cimbronazo en Tribunales, por los cambios que implementó: nombró a Cándido Galván como jefe de Sustracción de Automotores y a Alejandro Siwecki en Delitos Contra la Propiedad para suplantar a Marcelo Sallas y a Javier Hidalgo. Estos dos últimos comisarios contaban con la confianza de los fiscales y los funcionarios judiciales le hicieron saber a la Policía que no estaban de acuerdo con los cambios.
Al retirarse Bacas en mayo, desde la Policía se decidió aguardar al tiempo de ascensos y se dejó como director provisorio al entonces -y actual- subdirector, Fabián Salvatore, ex jefe de la Digedrop y de la Guardia Urbana. Tras el ascenso la dirección recayó sobre Álvarez, ex jefe del Departamento de Informaciones (conocido como D2). Una de sus primeras decisiones fue dejar Sustracción de Automotores en manos de Gustavo Beltrán, segundo de Galván, y reemplazar a Siwecki por José Díaz, ex jefe de la Brigada Sur.