Un final abierto. Si en algún momento se pensó que los comicios de este año marcarían un camino para seguir hacia 2019, esa posibilidad quedó descartada ayer. A Osvaldo Jaldo le cerraron en las narices la puerta de acceso al “club de los 500.000 votos”. Juan Manzur compensa la tristeza de haber obtenido cinco puntos menos que en las PASO con el alivio de haber zafado de las desgracias peronistas de provincias vecinas. José Alperovich, sonríe por el tapón que le pusieron las urnas al envión que traía consigo el tranqueño. Enfrente, José Cano recuperó vigor dentro de Cambiemos, pero su dependencia hacia Germán Alfaro es cada vez mayor y la peronización del espacio, un problema. El intendente, en cambio, festeja. Es el único que asumió la derrota de las Primarias y que gozó con la elección de ayer. Se convirtió, como hace dos años, en el más beneficiado por esta alianza entre radicales, liberales y peronistas.
Con el resultado de este domingo, la irrupción de un liderazgo claro dentro del oficialismo dejó de ser inminente. Por una razón fundamental: Manzur, Alperovich y Jaldo no pueden prescindir unos de otros. La avanzada del macrismo en el país los obliga a mantenerse unidos para resistir los embates. Las lecturas acerca de la sangría de votos del Frente Justicialista, entre las PASO y las generales, abarcan desde teorías conspirativas hasta reconocimientos a las performances ajenas. Pero hay un dato objetivo: unos 40.000 votos que en agosto estuvieron entre las nóminas ligadas a la Casa de Gobierno ahora se fueron a otras expresiones opositoras. Las encuestas que hasta el viernes le acercó Hugo Haime al vicegobernador mostraban un crecimiento exponencial de Ricardo Bussi, pero erraban un cálculo fundamental: el mayor daño le causaba al oficialismo, no a Cambiemos. El concejal sumó votos en barrios periféricos de la capital y en decenas de comunas rurales. ¿Mano negra? Anoche se hablaba de dirigentes ligados a Alperovich que ni siquiera abrieron sus sedes políticas el fin de semana.
En Casa de Gobierno coinciden en algo a la hora de explicar el empate en el reparto de bancas: el repunte de Alfaro en San Miguel de Tucumán. Aseguran que allí estuvo la clave de la elección, porque Beatriz Ávila despojó de un escaño a Pablo Yedlin por unos 7.000 votos (otra vez, como en 2015, el alfarismo fue el verdugo del secretario General de la Gobernación). Si se compara con las Primarias, Cambiemos amplió de tres a casi 10 puntos porcentuales la diferencia en el principal distrito electoral de la provincia. El intendente batalló por ese crecimiento desde el día posterior a las PASO. Peronizó la elección y su espacio no tuvo pudor a la hora de recurrir al clientelismo y al aparato territorial. Sorprendió a los dirigentes oficialistas y los dejó sin reacción. El macrismo, urgido por una banca, miró a un costado sin sonrojarse por lo que ocurría a su alrededor. Alfaro, en la madrugada de hoy, se fue a dormir como el gran ganador de la jornada. Algo similar sintió el concepcionense Roberto Sánchez, que pasó de una derrota vergonzosa en las PASO a una victoria cómoda ayer, también regada de denuncias por el reparto de vales para comprar “asado”.
¿Cano puede sentirse victorioso? Se mantuvo nuevamente por encima del umbral de los 300.000 votos y, en consecuencia, aún vigente en la discusión por el reparto de poder real opositor para 2019. Además, acalló a los detractores que le cuestionaban su sociedad con Alfaro. Porque, con los resultados, quién puede dudar de que el peronismo fue el sostén central de la recuperación de Cambiemos. La senadora Silvia Elías de Pérez y el secretario de Vivienda de la Nación, Domingo Amaya, son dos de los que menos deben haber celebrado el desenlace. Sus posibilidades de pataleo ante la Rosada, desde ayer, se redujeron. Más allá del alivio, Cano tampoco puede confiarse: luego de la aplastante derrota de agosto, el macrismo le intervino la campaña y la nacionalizó, relegándolo. El mérito, irremediable, se lo adjudicarán en la Quinta de Olivos.
La elección de medio término no arrojó ninguna luz sobre lo que acontecerá dentro de un par de años en la provincia. Por el contrario, dejó a los referentes oficialistas y opositores más dubitativos que antes. Más que sus fortalezas, en los comicios de este zigzagueante 2017 quedaron expuestas sus debilidades.